Creatividad a borbotones
Hoy, 21 de abril se celebra el Día Internacional de la Creatividad, y el tema me apasiona.
Esa cocina astuta, que sorprende, que impresiona: el semi sashimi con manzana de Tomás Fernández, el falso cuscus de vegetales de Alonso Núñez, la ensalada de tequeños de cabra de Irina Pedroso, los enredos de yuca de Helena Ibarra, el risotto de coliflor de Heston Blumenthal, la espuma de agua de mar de Ferrán Adriá, son piezas del ingenio de cocineros que frente a un ingrediente "común" se plantean hacer con él algo que sorprenda.
Menos famosos y desmesuradamente creativos, los alumnos del Grupo Académico Panadero Pastelero (GAPP) me han sorprendido miles de veces en sus presentaciones finales de Pastelería o Panadería. He comido pan de pelao guayanés, tortas negras deconstruidas, toronjas con ají dulce, pan de huacatay y aji peruano, baklawas de cebolla y hasta un panettone de tocineta.
Mis alumnos me han sorprendido con respuestas agudas ante preguntas obvias, han resuelto problemas en la cocina de manera ocurrente y muchas de sus dudas sólo se generan a partir de una profunda reflexión y de poner las neuronas a funcionar enérgicamente.
Pero hay una creatividad que me conmueve: la de la cocina familiar. La mamá que se niega a meterle en la lonchera siempre lo mismo a su retoño, el hombre que le cocina una sopita a su familia intuyendo como hacerlo, los niños que aprenden a hacer panquecas, la novia que aprende a hacer salsa bechamel para complacerle el antojo de pasticho al novio, el muchacho que experimenta en su casa como hacer torta de auyama, todos los que, ante una nevera medio vacía, se empeñan en sacarle provecho a lo que tengan.
La creatividad es inherente al ser humano, todo el que tenga neuronas y un poco de sentido del humor puede resolver sus problemas creativamente, o proporcionarle a la humanidad una razón de ser a partir del despliegue de su ingenio, que es el ingenio de todos.
Esa cocina astuta, que sorprende, que impresiona: el semi sashimi con manzana de Tomás Fernández, el falso cuscus de vegetales de Alonso Núñez, la ensalada de tequeños de cabra de Irina Pedroso, los enredos de yuca de Helena Ibarra, el risotto de coliflor de Heston Blumenthal, la espuma de agua de mar de Ferrán Adriá, son piezas del ingenio de cocineros que frente a un ingrediente "común" se plantean hacer con él algo que sorprenda.
Menos famosos y desmesuradamente creativos, los alumnos del Grupo Académico Panadero Pastelero (GAPP) me han sorprendido miles de veces en sus presentaciones finales de Pastelería o Panadería. He comido pan de pelao guayanés, tortas negras deconstruidas, toronjas con ají dulce, pan de huacatay y aji peruano, baklawas de cebolla y hasta un panettone de tocineta.
Mis alumnos me han sorprendido con respuestas agudas ante preguntas obvias, han resuelto problemas en la cocina de manera ocurrente y muchas de sus dudas sólo se generan a partir de una profunda reflexión y de poner las neuronas a funcionar enérgicamente.
Pero hay una creatividad que me conmueve: la de la cocina familiar. La mamá que se niega a meterle en la lonchera siempre lo mismo a su retoño, el hombre que le cocina una sopita a su familia intuyendo como hacerlo, los niños que aprenden a hacer panquecas, la novia que aprende a hacer salsa bechamel para complacerle el antojo de pasticho al novio, el muchacho que experimenta en su casa como hacer torta de auyama, todos los que, ante una nevera medio vacía, se empeñan en sacarle provecho a lo que tengan.
La creatividad es inherente al ser humano, todo el que tenga neuronas y un poco de sentido del humor puede resolver sus problemas creativamente, o proporcionarle a la humanidad una razón de ser a partir del despliegue de su ingenio, que es el ingenio de todos.