Esta noche viene mi gordito a cenar. He preparado todo para recibirlo: globos rosaditos en cada esquina de mi casa, rosas en el florero, velitas perfumadas y me esmeré en cocinar, no todos los días se cumplen cuatro meses y una semana de amores.
Compré una langosta que me costó un ojo y la preparé de una manera elegantísima: al Thermidor (tuve que reponerme del susto que me pegaron los chillidos de la langosta al tirarla al agua hirviendo, pero todo sea por mi papi).
Ya puse en el freezer ese vino tan delicioso “La Leche de la Mujer Amada”, que como es blanco pega perfecto con la langosta y además, sabe como a flores y combina fenomenal con las rosas del centro de mesa (sin contar con el efecto subliminal que espero funcione). Para no desentonar me puse un vestido rosado y me maquillé igualita a Joan Collins cuando salía en Dinastía (los clásicos nunca mueren).
De entrada voy a ofrecerle un coctel de camarones y, como me encanta, voy a coronarlo con una mayonesa con limón que aprendí a hacer viendo a Lucy en Casa Club Tv.
El postre es lo mejor: una ensalada de frutas con leche condensada y crema chantillí, con una hojita de menta servida en una copa de martini. Luego un café con leche y un chorrito de ron. Más chic no me pudo haber quedado.
Espero que mi papi llegue ¡Es tan bello! Siempre en flux, siempre perfumado, siempre tan seguro de sí mismo, es un hombre de mundo. Me enseñó tantas cosas, me llevó a comer comida china, a comer sushi (y eso que me da miedo comer pescado crudo, pero él dice que esa es la forma más sana de comerlo), me enseñó a tomar champañita fría sin echarle hielo, me enseñó a pedir el lomito término medio (aunque soy medio maniática y prefiero la carne bien cocida), le debo una gran aprendizaje cultural.
Suena el timbre… Salgo corriendo, lo dejo tocar varias veces para que crea que no
estoy y en el último momento, abro la puerta. Mi gordito tiene un ramo de rosas en la mano, un peluche y la cara sombría “No me puedo quedar” me dice. Triste me besa y me abraza y me dice “Estás preciosa” yo le pregunto por qué se tiene que ir y me esquiva, sé que es algo grave, pero no quiero empeorar la situación.
Al día siguiente, en la oficina, antes de darle la lista de reuniones y llamadas urgentes, le cuento que la langosta la metí en la nevera y le pregunto por la salud de su esposa; es que mi papi me adora, pero con su familia él es un hombre muy responsable.
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No soy cursi… Soy romántica
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