El genio de la silla transparente
Tomando vino tinto en un vaso de plástico, veo como su melena dorada se mueve, parpadea sin parar imitando a una mujer que dice "Marica... Tienes que revisarte" y se ríe a carcajadas de los dramas femeninos... Es Luis Fernández argumentando que "No eres tú, soy yo". Luis tiene esas dos cosas que a mi me parecen más seductoras en cualquier hombre: inteligencia y sentido del humor.
Me emocionaba mucho ir a verlo, sé de su agudísimo sentido crítico, de su profundo conocimiento del alma femenina, sé además, que no es complaciente, que es ácido, sarcástico, burlón, casi despiadado; pero también sé que es un tipo talentoso, sobresalientemente bello, que tiene una voz y una dicción deliciosas, que levanta su crítica sobre la empatía, la compasión y la admiración que siente por las mujeres a las que conoce, que está enamorado de una que es un portento de unicidad y belleza, sé que es (parafraseándolo) un tipo bueno.
Lo que no sabía es que era tan cómico. Una hora y media de risa intensa, de esa carcajada que sale de reconocerse a uno mismo en el chiste, de ver como él es capaz de mostrarnos descarnadamente esa locura estrogénica de tintes, uñas acrílicas, dietas, fajas, tacones y drama, mucho drama. Luis conoce tanto la psicología femenina que asusta, a mí me daría pavor hablar con él, yo sentiría que apenas abriera la boca ya Luis sabría mis secretos, mis complejos, mis deseos, mis frustraciones y lo que es peor, sabría exactamente como resolverlos.
Su puesta en escena es tan minimalista que sólo usa una silla y una mesa transparentes para descansar de su intensa actuación mientras nos da la gratísima sorpresa de la presencia de Mirtha Pérez cantando un bolero desgarrador.
La soledad, la amistad, el enamoramiento, el matrimonio, la infidelidad, los hijos, el divorcio, la madurez, Luis se pasea por toda la vida femenina y cuando parece que el pronóstico sobre el futuro de las mujeres venezolanas es negro, cierra de manera espectacular con una joya de reflexión que, al menos a mí me dejó con un sabor de dulzura y confianza que me reconcilió con mi naturaleza de mujer.
La verdad, lo que me provoca es darle las gracias por haberme hacho reír tanto y por haberme regalado un retrato de mí misma, de mis amigas y de las mujeres de mi familia tan complejo, tan contradictorio, tan divertido y a fin de cuentas, tan bello.
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