Machu Pichu de chocolate
Hace algunos años fuí a Machu Pichu en viaje solitario.
En Cuzco el soroche casi me mata y la dueña de la posada donde yo "sobrevivía" a ese estado cercano a la agonía, me aliviaba con sopa de gallina e infusión de hojas de coca (tomé tanta que sospechaba que al regresar, los perros del aeropuerto de Maiquetía me perseguirían hasta mi casa). No pude ir a Machu Pichu sino luego de varios días de recuperación, pero valió la pena: Machu Pichu es, sin lugar a dudas, un lugar que quita el aliento. La sofisticación arquitectónica de los Incas, su pulcritud, el vínculo que siempre establecían entre sus actividades cotidianas y la reverencia mística hacia sus deidades hicieron de este imperio un derroche de refinamiento.
En Cuzco el soroche casi me mata y la dueña de la posada donde yo "sobrevivía" a ese estado cercano a la agonía, me aliviaba con sopa de gallina e infusión de hojas de coca (tomé tanta que sospechaba que al regresar, los perros del aeropuerto de Maiquetía me perseguirían hasta mi casa). No pude ir a Machu Pichu sino luego de varios días de recuperación, pero valió la pena: Machu Pichu es, sin lugar a dudas, un lugar que quita el aliento. La sofisticación arquitectónica de los Incas, su pulcritud, el vínculo que siempre establecían entre sus actividades cotidianas y la reverencia mística hacia sus deidades hicieron de este imperio un derroche de refinamiento.
El Inca tomaba cacao diluido en agua y endulzado con miel en copas de oro, la papa fue minuciosamente investigada como elemento primordial de la alimentación (llegándose a producir infinidad de sub productos a partir de ella) y la quinua y la kiwicha (considerados como "supercereales" hoy) eran sembradas con maestría.
Este año, los pasteleros del hotel Marriot en Lima reprodujeron la ciudad sagrada de Machu Pichu en chocolate, sin usar moldes y con un espíritu de ingenieros magistrales como el de sus antepasados Incas.
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