Siempre me ha sorprendido que sean las monjas, unas expertas en la cocina y unas maestras de la pastelería. Sobre todo, las monjas de clausura, quienes, me parece, subliman el contacto con los demás, atraves de la preparación de suculencias.
La monja cocinera e intelectual de Latinoamérica, Sor Juana Inés de la Cruz, un espíritu libre quien usaba su biblioteca como "quitapesares" y a quien castigaban prohibiéndole el acceso a sus libros, usaba la cocina como un laboratorio:
"que os pudiera contar, señora, de los secretos naturales que he descubierto estando guisando? Ver que un huevo se une y fríe en la manteca o el aceite y, por el contrario, se despedaza en el almíbar; ver que para que el azúcar se conserve fluida basta echarle una muy mínima parte de agua en que haya estado membrillo u otra fruta agria; ver que la yema y clara de un mismo huevo son tan contrarias, que en los unos, que sirven para el azúcar, sirve cada una de por sí y junto no". Y su máxima expresión sobre la unión entre cocina e intelectualidad: "Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito."
Todo esto para dos cosas, contarles que, en España, se celebrará "La muestra de gastronomía de conventos " en El Museo Etnográfico de Castilla y León del 8 al 10 de Septiembre y para comentarles sobre un libro estupendo, Cocina del Cielo de Carmela Miceli, donde nos muestra una selección preciosa de antiguas recetas hechas en los conventos y platos dedicados a los santos. Lo edita Plaza Janés.
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