Coromoto la Valiente
En su bellísimo blog, Mil Orillas ha escrito un cuento extraordinario llamado Coromoto y la Lonja, un derroche de humor y realidad. Los invito a leerlo.



Janis y el ají


Fantásticas noticias para los amantes de los ardores ajiceros, pues resulta que, según un estudio de la Universidad de Nottingham, comer a diario picante puede evitar el cáncer. Esas células cobardes y escurridizas son vulnerables a la capsaicina, la cual, como un súper héroe picantísimo, ataca las mitocondrias de las células cancerosas eliminándolas. Eso explica la baja incidencia de esta taimada enfermedad en tierras mexicas.

Yo amo el picante y tengo una relación medio masoquista con él, aunque me pique y sea muy cobarde, yo como más y más, llegando a estados de llanto y embeleso casi místicos; soy coleccionista de picantes porque me resulta fascinante probar como existen tantas maneras de sentir ardor en la lengua.
Y así como amo al picante, amo a Janis Joplin, pues me parecen exactamente lo mismo.

La voz de Janis arde, pica, duele. Con una extrañísima belleza redondeada y paliducha aderezada con su tendencia a los excesos y su tristeza perenne, era dueña de la escena y del corazón de miles de personas que veían en ella la expresión del cuestionamiento y la libertad atrapada en sus gargantas.

Como tanto el ají como Janis me hacen llorar, aquí esta: Cry Baby



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El helado surrealista

Ayer viví una de las experiencias más aterradoras e intensas de mi vida: me sacaron las cuatro cordales. Fue muy doloroso y hasta un poco humillante, eso de permanecer 2 horas con la boca abierta sintiendo como ocurre una guerra en ese lugar que generalmente uso para sentirme feliz fue verdaderamente escalofriante.

Lo único bueno del asunto es que el día anterior a la intervención, tuve una magnífica excusa para hacer 2 litros de helado para mí solita. Y digo hacerlo porque soy una enamorada del helado y una enemiga de las marcas comerciales más populares, siento que me traicionaron, antes un helado comercial era una delicia, hoy es un patético remedo, así que prefiero hacerlo yo. Amo la dulce cremosidad glacial con la que solía desayunarme los domingos en la cama de mis papás, no se me ocurre un alimento más optimista, festivo y lúdico que un helado.

Hice 1 litro de helado de miel y otro de vainilla con fresas de la Colonia Tovar, y fue lo primero que comí luego la guerra bucal; fue desalentador, con la lengua medio dormida y varios dolores confusos en toda la boca, el helado, que el día anterior me dejó absolutamente feliz, me parecía una deformación de original, como aquellos relojes de Dalí que se derriten

Hoy, ya un poco desinflamada, recuperando algo del sentido del humor ausente por los dolores y con hambre de cosas ricas que me hagan sentir contenta otra vez, estoy comiendo helado, el original, el de verdad, el que me hace pensar en mis amigos de la infancia y en la niñita que llevo dentro a quien le gusta que la consientan.

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La voz de la juventud

Recibí el año con el poema de Zaira de Andrade "No Envejezco Jamás" en blanco y negro. Hoy estreno un truquito que me enseñó mi amiguísimo Chef en Construcción; los invito a oir la voz esplendorosa de mi joven amiga recitándonos su bello poema entre lentejas, pan de jamón y vino tinto.