La esclavitud de las especias
Hace algunos días vi en el cine “The mistress of spices” (traducida aquí como “La joven de las especias”). Fui entusiasmadísima pues me parecía que al salir iba a irme a mi casa perfumada a canela. Cruel decepción. La película, a pesar de tener el encanto del rostro de la protagonista que excepcionalmente hermoso y del escenario de una tienda de especias que no necesita decoración, pues ahí están esos aromáticos elementos adornándolo todo, es un fastidio.
Tiene todo lo malo de Hollywood, el romanticismo fácil, el muchacho bueno (y buenmosísimo) de la película con una actitud de buena gente tan exagerada que más bien parece abúlico, el muchacho bueno y feo que pretende a la heroína pero se transa por un personaje femenino secundario, la protagonista que supera obstáculos y un largo etcétera que aburriría de sólo nombrarlo. Pero también tiene lo malo de Boollywood: la cara, los parlamentos y la actitud de la protagonista es de tal forzada ingenuidad que raya en el autismo ¿por qué las actrices indias siempre actúan como si estuvieran concursando en un certamen de quién es la más boba del planeta? Es probable que yo, con mi occidentalismo, no entienda las sutilezas de la escuela de actuación india… Es lo más probable.
Lo que si me quedó como una duda razonable es, ¿usamos las especias o ellas nos usan a nosotros? Debo admitir que yo (al igual que la protagonista) soy una esclava de las especias. La verdad es que la cocina que más me apasiona está llena de aromas provenientes de las raíces, tallos, hojas, flores y semillas de las plantas más perfumadas del mundo ¿existe alguien que pueda vivir una vida feliz sin pimienta negra? Lo único bueno que le vi a la película es que parece una metáfora de, hasta que punto, el reino de las especias se revela como una perfumada esclavitud para los cocineros.

Tiene todo lo malo de Hollywood, el romanticismo fácil, el muchacho bueno (y buenmosísimo) de la película con una actitud de buena gente tan exagerada que más bien parece abúlico, el muchacho bueno y feo que pretende a la heroína pero se transa por un personaje femenino secundario, la protagonista que supera obstáculos y un largo etcétera que aburriría de sólo nombrarlo. Pero también tiene lo malo de Boollywood: la cara, los parlamentos y la actitud de la protagonista es de tal forzada ingenuidad que raya en el autismo ¿por qué las actrices indias siempre actúan como si estuvieran concursando en un certamen de quién es la más boba del planeta? Es probable que yo, con mi occidentalismo, no entienda las sutilezas de la escuela de actuación india… Es lo más probable.
Lo que si me quedó como una duda razonable es, ¿usamos las especias o ellas nos usan a nosotros? Debo admitir que yo (al igual que la protagonista) soy una esclava de las especias. La verdad es que la cocina que más me apasiona está llena de aromas provenientes de las raíces, tallos, hojas, flores y semillas de las plantas más perfumadas del mundo ¿existe alguien que pueda vivir una vida feliz sin pimienta negra? Lo único bueno que le vi a la película es que parece una metáfora de, hasta que punto, el reino de las especias se revela como una perfumada esclavitud para los cocineros.