Bloqueo creativo

Una página en blanco al frente, varios días con desajustes en el sueño, poco apetito (que aprovecho para entregarme al ambiguo placer de la dieta), el final del semestre, la entrega del último trabajo, y no se me ocurre nada.

Busco mis fuentes de inspiración infalibles: visito youtube y me encuentro con La Shica, con Supertramp, con la Fania en su esplendor que me lleva a mis gatos y ellos a
Colette Calascione y su máscara felina (¿cómo alguien desconocido puede pintar algo que yo llevo por dentro?). Me provoca comer un perro caliente con salchicha alemana, o unos cascos de guayaba con queso brie, o kippe crudo con hierbabuena, o un pancito con tapenade.

La página sigue ahí y no sé si me mira con sarcasmo o con picardía, el asunto es que me mira.

Busco a mi amado Klimt a ver si en su “Beso” me consigo de alguna manera; el suyo me lleva al de Juan Luis Guerra y aquella especie de ejercicio gestáltico-erótico-poético que siempre me deja sin habla y que me hace creer que sí, que deberían darle su premio nobel sólo por haber escrito semejante monumento a la lengua española.

Vuelvo a la página y no hay manera, blanco total.

“…Échale semilla a la maraca pa´ que suene, chá cuchá cuchucuchá cuchá” canta Héctor Lavoe, amor de mi vida vestido de navidad, haciéndole los coros a Cheo Feliciano. Mi mamá me pregunta si quiero salmón para el almuerzo y yo respondo que si. Hago lo de siempre: el montaje mental del plato, y sé que me voy a dar un gustazo con el salmón a la plancha (full de pimienta y término medio) y brócoli con vinagre y aceite de oliva. Con la boca hecha agua intento escribir algo, pero es inútil. Me mudo de género y busco a Dead Can Dance, me conmuevo hasta los huesos y considero la posibilidad de escribir que tengo una página en blanco al frente, varios días con desajustes en el sueño y poco apetito.