Pan y Vino


"El pan y el vino son productos culturales importantes, 
realmente expresan la vitalidad del Ser Humano. 
Representan un conocimiento cultural, que es el fruto de la atención, 
la paciencia, la industria, la devoción y la laboriosa instrumentación" 
Carl Jung                                                                                                                                                                                                                                                                 

"Nacemos en un momento dado en el que ello toma lugar,
 y como los vinos buenos tenemos las cualidades del año
 y la estación en los cuales hemos venido a este mundo"
Carl Jung 

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El grano de trigo es arrancado de su espiga, de su origen, y junto con otros granos de trigo, es desprovisto de su cáscara protectora y pasado por el suplicio de la molienda, es desmenuzado, llevado a su mínima expresión, hecho polvo.  Este polvo es el vehículo para que el alma de la semilla del trigo reencarne en un nuevo cuerpo, el pan. Con la ayuda de la levadura y el agua, su cuerpo, hecho harina, se transforma en suculenta esponja comestible, en alimento primario.

La uva madura es arrancada de su vid, triturada para extraer el jugo y, junto con su piel y sus semillas, reposa, mientras fermenta. En este sueño alquímico, cambia su naturaleza, de fruta dulce y redonda, se convierte en líquido rojo y agrio. Luego, el tiempo hace su trabajo convirtiendo el mosto en vino, fragante y benévolo.

Ambas transformaciones, son metáforas perfectas para ilustrar el proceso de individuación, que, según Carl Jung, es el proceso de “venir a ser quien se es” .

Es difícil, muchas veces imposible, ser completamente quien se es. Saber exactamente quienes somos puede ser una tarea titánica, podemos pasarnos la vida entera autodescubriéndonos. Pero hay pistas, señales, rastros de migas de galleta, como las que usaban Hansel y Gretel, para que ese descubrimiento sea más fácil. La vocación, por ejemplo, es una señal que expresa aquello que pudiéramos hacer por el resto de la vida. ¿Tiene la semilla del trigo la vocación de hacerse pan? Si tomamos como respuesta los resultados, parece que si, un pan bien hecho es un deleite sublime, y la expresión más palatable de cualquier cosa hecha con trigo; además, obliga al grano a fundirse, a pertenecer a una masa más grande que él, pero para convertirse en pan, y he aquí la clave del asunto, el trigo debe entregar su integridad.

Las experiencias vitales, sobre todo las que son profundamente conmovedoras o inesperadas, nos vuelven polvo, nos “aniquilan”, nos deshacen. Romperse en pedacitos parece ser una condición para madurar, para encontrarse o simplemente para sobrevivir. El íntimo proceso de rearmarse supone, como en la fermentación del pan y el vino, tiempo. El período de reposo del pan tiene muchas creencias asociadas, hay panaderos que creen que no se debe hacer ruido mientras el pan leva, y el silencio, mientras uno se recompone, muchas veces surte el efecto de un bálsamo; pero, el hecho de que no se pueda hacer vino con una sola uva, ni pan con un sólo grano, puede referirse también a que se necesita, no sólo compañía, la obvia, la de los demás, sino también sumergirse en un algo que sea más grande, una revelación filosófica, una experiencia mística, una pasión física, algo que cobije y en lo cual se pueda uno conseguir.

Pan y vino son pilares fundamentales de la gastronomía europea, que es una de nuestras madres gastronómicas (mamamos de la leche nutritiva de África, Europa y América), están presentes en cuentos, en mitos y en rituales religiosos, para los católicos el pan es el cuerpo y el vino la sangre; quizá seamos como granos de trigo o como uvas, deseosos de pasar por la molienda vital para convertirnos, transformarnos, y ser lo que realmente vinimos a ser.