La melaza que ríe 




Para Tati, mi negrura



Él veía como el chocolate y ella eran una misma cosa. Lo temperaba en el helado mármol casi como un ritual religioso, moviendo la materia oscura de un lado a otro en compases de 5 x 8. Tenía el cándido descaro de untarse chocolate en el labio inferior para comprobar la temperatura, mientras él sentía que sus rodillas fallaban y su espíritu pedía perdón.

Desde que había llegado la nueva pastelera, él, que era un cocinero metódico, pulcro, previsivo y que prefería confiarse más de la planificación que de la inspiración, se había vuelto torpe, arrítmico, con arrebatos inesperados de fusión panasiática, con impulsos incontrolables de currys y malojillo, con improvisaciones inexcusables de azúcar y zeste de limón al último momento. 

Literalmente, sentía como la boca se le hacía agua al observar el tono acanelado de la piel de la nueva pastelera. Una piel como el café guayoyo, como el guarapo de papelón que su abuela le daba de niño con trocitos de queso ahumado, como los Cri Cri que se devoraba en la niñez, como la madera de caoba de la cual estaba hecha su cama de soledad y timidez. 

Se apresuraba a llegar temprano para poder inhalar, en su esplendor, el hálito de vainilla y naranja que siempre la acompañaba. Pensaba que hubiera podido hacer postres con solo sumergir en agua sus dedos de caramelo puro. Había perdido el apetito y sólo se le antojaban dulces. La evocaba en el quesillo de principiante que hacía su mamá, en las galletas de jengibre que compraba los domingos, y una vez llegó al extremo de tomarse un vaso de agua con azúcar sólo por sentirla cerca. 

Pasó mucho tiempo antes de que se atreviera a transitar los buenos días de la cordialidad. Un día, a la hora del almuerzo, ella se sentó a su lado. Le dedicó una sonrisa amable y le deseó buen provecho. Él sintió una síncopa en su corazón cuando se dio cuenta de que ella estaba tratando de entablar conversación. Respondía con monosílabos, sudaba una tinta helada y viscosa que le quitaba toda gallardía, pero al menos conservaba en su cara la sonrisa de felicidad irresponsable que se le quedó grabada desde que había sentido el perfume avainillado que precedía su presencia. 

Al día siguiente también comieron juntos. Había preparado algunas frases inteligentes y divertidas que olvidó en el instante en el cual ella le deseó un buen provecho. Ella le ofreció un poco de la mousse de chocolate amargo que había traído desde su casa y él paladeó, al fin, la sazón melosa que provenía de esas manos de cacao. Imaginó en esa cucharada de crema dulce y amarga, todos los besos que jamás le daría, las buenas noticias que sólo él sabría, las risas que ella jamás le regalaría, y se compadeció de sí mismo, de su incapacidad genética para unir azúcar, huevos y harina y producir algo medianamente comestible, y de su imposibilidad de decirle que estaba hecho para que ella viviera en su corazón el resto de su vida de corderos en su jugo y lomitos término medio. 

Un martes, luego de una jornada pálida y corta, se atrevió a entrar en la pastelería y sintió lo que cada cocinero siente cuando ingresa en este espacio de bombones y almíbares: desamparo. La nueva pastelera lo recibió con un saludo cordial y con un “Ven acá… Prueba esto a ver que tal” Pasó una hora entera devorando petit choux rellenos de crema de cardamomo, tartas de ciruela, galletas de romero y azúcar morena, tortitas de queso criollo, panna cottas de azahar y turrones de avellanas. Fue feliz. Percibió en la voz nocturna de la pastelera un tono de complicidad y comprensión que lo animó y en el frenesí del azúcar buscó en el sound track de su infancia alguna frase hermosa que decirle para darle las gracias:

“Eres la melaza que ríe…” dijo; ella de inmediato recordó a su padre quien le cantaba una canción sobre las caras lindas de la gente negra y le regaló una sonrisa profunda y visceral que él agradeció segundos después de haberse arrepentido por su atrevimiento. 

Al día siguiente, él tomó una decisión trascendental. Sólo podría acercarse a ella, con toda la intensidad que emanaba de sus venas, cocinándole. Madrugó y fue al muelle, sabía que los sabores marinos, esos que esconden en el fósforo los ímpetus de sus pasiones, podrían expresar con exactitud lo que sentía. 

Ostras y erizos. 

El vúlvico molusco era perfecto para decirle que su feminidad era como un terremoto cítrico que lo sacudía; los erizos, blandos e intensos por dentro, espinosos y oscuros por fuera, le asegurarían que él conocía su naturaleza de mujer dulce y con temple, de su fuerza y vulnerabilidad. Se esmeró en secreto y produjo tres platos: ostras y erizos con aderezo de limón y aceite de sésamo, crema de erizos al azafrán y ostras en mojito de coco con crujiente de naranja. 

Salió de su cocina triunfante, con el ánimo de un héroe que se sabe protegido por el destino y al asomarse a la pastelería le dijo con una hombría y una seguridad inusitada: “Oye, morena, te invito a probar esto”. La pastelera abandonó los mazapanes que estaba moldeando y lo siguió. Al acercarse percibió el aroma oceánico de las preparaciones y le dijo “Oh… No puedo comer eso… Soy alérgica a los mariscos… Pero… Podríamos, al salir, tomarnos un vodka helado con jugo de fresa y vainilla… Yo te lo preparo”. 

Jamás, unas ostras en solitario supieron tan bien, jamás unos erizos tuvieron la capacidad de proporcionar el sabor premonitorio y festivo de la noche más feliz de su vida.  


La salsa es la vida

La salsa es la vida. Al menos, es mi vida. Ningún género musical (ni siquiera el bolero y su desgarro, ni siquiera Mozart con lo tanto que me conmueve, ni siquiera Freddy Mercury con su voz de terciopelo) ha logrado expresar lo que yo siento de una manera tan real como la salsa. Es decir, la buena salsa. Y de la buena salsa, la de la Fania. La de la Fania y las de crema de leche, las de mariscos y el mole.

La Fania, ese surtido de gente bella, de talentos inconmensurables, de creatividad alucinada, nos alegró la vida durante los años setenta y principios de los ochenta a todos los que llevábamos en el corazón la clave en vez de sístoles y diástoles.

Mi papá y mi mamá, “altos salseros”, me arrullaron con “El Yerberito Moderno”, me enseñaron valores con “Plantación Adentro”, me hablaron del amor con “Toma mis Manos” y estimularon mis inclinaciones musicales comprando todos los “LPs” de la Fania que salían al mercado. Habían excepciones: mi papá adoraba a Ismael Rivera, mi mamá lo detestaba “por malandro”, yo aprendí que hasta los tipos peligrosos podían ser capaces de profundos gestos de ternura.

Y la salsa que se come y la que se baila tienen varias cosas en común. La primera nació con dos fines: por un lado, cuando no se podían conservar las carnes, la salsa servía para engañar a la boca, disimular los sabores de carne putrefacta con profusión de especias, sal, alcohol y azúcar. Por el otro, cuando la carne estaba en buen estado, resaltar sus sabores. Así la salsa que se baila puede, disfrazar de alegría el pesar o acentuar la felicidad genuina.

De regalo de pre-navidad quiero postear estos videos, los que me gustan, los que me conmueven más, los que tienen más que ver conmigo, los que amo profundamente.

El genio Héctor Lavoe expresando su inquietud mística en "El Todopoderoso"







El coro Entrevoces interpretando el éxito hermosísimo de Soledad Bravo (letra de Chico Buarque y orquestación de Willie Colón)
Déjala bailar




Rubén Blades y su canción Ojos de Perro Azul, inspirada en el cuento onírico de Gabriel García Márquez



La deliciosa lentitud de El Ratón, con la Fania en pleno, Cheo feliciano solista y un coro de lujo

... "Y los tamarindos tan entusiasmaos"




Machu Pichu de chocolate

Hace algunos años fuí a Machu Pichu en viaje solitario.

En Cuzco el soroche casi me mata y la dueña de la posada donde yo "sobrevivía" a ese estado cercano a la agonía, me aliviaba con sopa de gallina e infusión de hojas de coca (tomé tanta que sospechaba que al regresar, los perros del aeropuerto de Maiquetía me perseguirían hasta mi casa). No pude ir a Machu Pichu sino luego de varios días de recuperación, pero valió la pena: Machu Pichu es, sin lugar a dudas, un lugar que quita el aliento. La sofisticación arquitectónica de los Incas, su pulcritud, el vínculo que siempre establecían entre sus actividades cotidianas y la reverencia mística hacia sus deidades hicieron de este imperio un derroche de refinamiento.

El Inca tomaba cacao diluido en agua y endulzado con miel en copas de oro, la papa fue minuciosamente investigada como elemento primordial de la alimentación (llegándose a producir infinidad de sub productos a partir de ella) y la quinua y la kiwicha (considerados como "supercereales" hoy) eran sembradas con maestría. 

Este año, los pasteleros del hotel Marriot en Lima reprodujeron la ciudad sagrada de Machu Pichu en chocolate, sin usar moldes y con un espíritu de ingenieros magistrales como el de sus antepasados Incas. 


Las profundidades de Lila Downs

Lila Downs es una fuerza de la naturaleza, una tormenta, un ciclón. Su voz es inconfundible, canta con una sabiduría antigua y es valiente, muy valiente. En una época de labios brillantes, cabellos decolorados y trajes sintéticos, Lila canta descaradamente vestida de tehuana, con trenzas en el cabello y una voz cuya profundidad se mezcla con sus ingeniosos arreglos musicales.

Aquí dejo dos videos: uno gastronómico "La Cumbia del Mole" (que es una receta musicalizada) y otro, bolero exquisito, "Naila".

... Si Afrodita cantara, lo haría con la voz de Lila Downs.




¡¡¡FELIZ DÍA MÚSICOS!!!!

Tengo a tres grupos de personas por quienes siento predilección en el mundo: los cocineros, los escritores y los músicos. Yo tengo una fuerte vocación musical que cada vez que puedo la desato. Estoy segura de que, de haber seguido por donde iba en mi infancia, hubiera sido feliz siendo violonchelista. Por fortuna la vida me premió con un esposo músico (quien también se aplica en la cocina y en las letras), así que, de alguna manera, a través de él, yo disfruto de este arte. 

Aquí celebro este día con dos de los que, en mi opinión, pertenecen al grupo de los mejores músicos de la humanidad: Wolfgang Mozart y Juan Luis Guerra, quien se inspiró en la Lacrimosa (parte del requiem que nunca terminó) del austríaco para componer esta maravilla que ahora escuchan.

Alineación al centro
El Sublime Mondongo
(Mejor tarde que nunca)

Para Mercedes Oropeza, Francisco Abenante y su glamoroso mondongo

Cuando yo era una niña, mi papá, profesor de la U.C.V y vecino de Los Chaguaramos, me llevaba a la arepera El Tropezón, y mientras yo pedía una arepa con queso de mano y aguacate, él pedía un "nervioso". El asunto me paraba los pelos, me hacía sospechar, me daba como asquito. Él insalivaba mientras me explicaba que a ese plato le decían nervioso porque "temblaba"; mi angustia crecía y cuando llegaba el fulano nervioso, ya yo no tenía hambre de imaginarme que mi papá podría comerse algo que, además de cocido, estaba asustado.

Esas fueron mis primeras referencias del mondongo y nunca me tropecé con él, pues afortunadamente ninguna de mis abuelas creyó necesario someterse al arduo trabajo que significa hacerlo, ni mamá es amante de las sopas (he ahí la razón de que mi papá visitara El Tropezón cuando tenía esos antojos).

Un día, en el maravilloso mercadito peruano de Quebrada Honda, ví algo que me llamó la atención y lo pedí sin preguntar el nombre; resultó ser una delicia que yo no lograba identificar. Cuando pregunté agradecí no haberlo sabído de antemano pues se llamaba "mondonguito a la italiana"; si, en diminutivo y con apellido europeo. En su identidad italo-peruana, el mondongo es seco, salteado con vainitas, papas fritas y cebolla, absolutamente delicioso y sin una pizca de susto.

Pero... En el SIG 2008 mi opinión sobre el mondongo cambió para siempre. Mercedes Oropeza y Francisco Abenante me hicieron tragarme mis palabras de desprecio hacia el mondongo como aderezo de una maravilla que nos ofrecieron a los suertudos que presenciamos su bellísima demostración "La Sublime Ordinariez". Éste sublime mondongo no sólo tiene ingredientes como alcaparras y mostaza, sino que las bolitas de masa de maíz (que casi siempre nadan felices en este caldo) son del tamaño de una perla. "Es un mondongo femenino" dice Mercedes "Quise hacer un mondongo que las chicas comieran sin problemas".

En el SIG pasaron muchas cosas lindas, muchos amigos hicieron demostraciones maravillosas, los invitados internacionales fueron de lujo, los asistentes, entusiastas y cómplices, participaron de manera tan grata que parecían haber ensayado; pero lo que a mí me partió la vida en dos fué probar aquél caldo espeso y profundamente aromático que más que un mondongo parecía una invitación a ser feliz por el resto de la vida.

Salve, Reina del ritmo

A la hermosa Miriam Makeba la deben haber estado esperando en el reino inmaterial unos angelitos con ropas multicolores, haciendo un coro rítmico y festivo. Deben haberle dado las gracias por haber hecho tanto y tanto en la tierra, deben haberla condecorado con guirnaldas de flores etéreas por toda la alegría y sentido de la dignidad que repartió a diestra y siniestra. La extrañaremos porque las personas como ella son cucharadas de azúcar para este mundo que muchas veces se torna amargo.



Pata Pata (para no seguir cantando "La tortuga patotera...")

Saguquga sathi bega nantsi Pata Pata
Saguquga sathi bega nantsi Pata Pata
Saguquga sathi bega nantsi Pata Pata
Saguquga sathi bega nantsi Pata Pata
Hiyo mama hiyo ma nantsi Pata Pata
Hiyo mama hiyo ma nantsi Pata Pata
Hiyo mama hiyo ma nantsi Pata Pata
Hiyo mama hiyo ma nantsi Pata Pata
Saguquga sathi bega nantsi Pata Pata
Saguquga sathi bega nantsi Pata Pata
Saguquga sathi bega nantsi Pata Pata
Saguquga sathi bega nantsi Pata Pata

"Se ha colado un niche en la blanca sociedad"

Tengo muchas cosas maravillosas que contar sobre el Salón Interncional de Gastronomía que finalizó el pasado domingo 2 de Noviembre. Platos hermosos, cocineros magníficos, amigos entrañables, participantes entusiastas, organizadores talentosos. Muchas cosas que contar. Pero hoy me asaltan las ganas de comentar sobre el evento histórico-político del cual somos testigos: Barak Obama es el nuevo presidente de los Estados Unidos de América.

Las veces que he estado en los Estados Unidos he sentido emociones encontradas, mucha limpieza, mucho orden, muy buen comportamiento, mucha diversidad; mucha discriminación, mucha desigualdad, mucha comida chatarra, los extremos que se tocan. Mi abuelo fué un gringo simpático y tropicalizado que se vino a Maracaibo a trabajar en una empresa petrolera y al verle los ojos, verde perico, a mi abuela, se enamoró para siempre de la maracucha y su país. Nunca aprendió a hablar bien el castellano, pero nadie trabajó tanto como él por su comunidad "La Concepción"; mi primera referencia del norteamericano proviene él: enorme, rosado y sonriente, asfixiándose feliz del calor en el Zulia mientras contaba como su tierra, California, era el lugar más hermoso del mundo.

Hoy, ese pueblo que se alimenta de hamburguesas, parrilladas, nuggets, arroz instantáneo y cereales azucarados, elije para que los gobierne a un señor con suficiente melanina en la piel como para que, 60 años antes, se le hubiera prohibido entrar a una universidad (por decir lo menos).

Yo estoy sorprendida. Sabía que las encuestas lo favorecían, pero no podía creer que esa cosa tan poderosa que se llama "mayoría" se sobrepusiera a años y años de separatismo, resentimiento y estabilidad del "status quo", y volteara la tortilla con semejante malabarismo de la ideosincracia.

A mí, que todo lo que me huela a amplitud, diálogo, tolerancia, consenso y reconocimiento de la validez de otro, me gusta, creo que los norteamericanos han dado un paso enorme en la madurez de su concepto de país. Por alguna razón, desde ayer tengo entre ambas orejas la canción de mi amado Rubén Blades en la cual, en el colmo de la poesía, dice: "Se ha colado un niche en la blanca sociedad".

De cabeza en el SIG

Desde hoy y hasta el domingo, los cocineros de Venezuela tendremos el gusto de sumergirnos en el evento más importante de la gastronomía venezolana, el Salón Internacional de Gastronomía.

Tengo el honor y y la dicha de participar el domingo 2 de Noviembre a las 3 pm, junto a Mauricio García y mi esposo Reinaldo Angulo en una performance bautizada como "Cocina de uno para el placer de dos", mientras Mauricio cocina con ostras y erizos que trae de Margarita, Reinaldo se acompaña con su cuatro e interpreta música gastronómica venezolana y yo leeré dos de mis cuentos gastronómicos.

Hay muchas actividades interesantísimas, invitados internacionales de lujo y el ánimo de la movida gastronómica venezolana que en estas fechas se engalana.

Allá los espero


Lo que yo quiero


Yo no quiero que me digas que me quieres,
yo lo que quiero es jugar
y sentarnos en un campo por la tarde
y comernos los besos con pan.

Yo quiero también noches de insomnio
para contarnos nuestro dolor,
quiero morir de amor mientras te canto
susurros inconfesables de candor.

Quiero comer mantequilla de tus dedos,
mango de tu boca, almibar de tu piel.
No quiero promesas de velero,
angustias pequeñitas, sonrisas de papel.

Quiero, algún día, un hijo tuyo,
dos gatos, una lámpara y una planta de ají.
No quiero mediodías de silencio,
pesares gratuitos, o que llores por mí.

Lo justo es decir que quiero todo:
tu música, tus latidos, tu aroma acanelado,
tu alma confundida con la mía,
tus caricias golosas de papelón melado.

SIG 2008, estrógeno y testosterona


Que el sexo, la sexualidad, los géneros y la picardía están asociados a la comida es evidente. Este año el Salón Internacional de Gastronomía se mueve en esas aguas profundas y multicolores de la sensualidad, las diferencias entre las cocinas femeninas y masculinas y los posibles usos eróticos de los alimentos. Este año el SIG se llena de erotismo y voluptuosidad con ponencias de cocineros, enólogos y expertos en las materias gastronómicas que despertarán los sentidos al más indiferente.

Yo tengo la dicha absoluta, de participar (el Domingo 2 de Noviembre a las 3 pm) en una performance bautizada con el lúdico nombre de "Cocina de uno para el placer de dos". Mauricio García, quien se divierte en Margarita cocinando con los deliciosos productos que allá consigue, se trae un cargamento de ostras y erizos para el deleite de los asistentes. Yo voy a leer dos de mis cuentos (los más ardorosos) y para mi mayor felicidad, mi esposo Reinaldo Angulo cantará acompañado de su cuatro, las mejores canciones gastronómicas venezolanas.

El SIG va a ser una fiesta, la fiesta del gusto y de la sensualidad.

El programa lo podrán ver en el blog de La Guayaba Verde

Antropofagia, el gran tabú

El canibalismo es, junto al incesto, uno de los tabúes más arraigado en la psiquis humana. Comer carne de un semejante y traspasar sexualmente los vínculos consanguíneos son actos severamente castigados (legal y moralmente) por prácticamente todas las culturas. Existen excepciones: los Yanomami ingieren las cenizas de sus muertos en un ritual funerario llamado Reaju y en el Egipto faraónico la preservación del linaje real se aseguraba mediante el matrimonio entre hermanos.

Pero hoy, eventualmente algo pasa, alguien atraviesa el umbral, alguien desafía a natura. Un desquiciado encierra a su hija, la embaraza varias veces y la tortura; un hombre dado en adopción en su niñez conoce a su hermana biológica, se enamoran y tienen hijos ... Y un día, un chef inglés mata a su amante, lo descuartiza, lo fríe en aceite de oliva y se lo come.

Anthony Morley fue Mister Gay en 1993, luego se dededicó a la cocina y en abril de este año mató a su amante a puñaladas, extrajo músculo del muslo del cadáver, lo cocinó y lo ingirió... Mis comentarios sobrarían, los links los llevarán a la noticia.

Tenedor de oro para Tomás

A mí me encanta los reconocimientos, sobre todo cuando he sido testigo del talento y la dedicación que se están reconociendo. Por eso me siento encantada por saber que Tomás fué reconocido este año con el Tenedor de Oro que otorga la Academia Venezolana de Gastronomía.

Lo más maravilloso, lo que me enorgullece más, lo que hace que sienta que Tomás es uno de los talentos más exquisitos de la gastronomía, es que sé que, con premio o sin él, en Le Gourmet o en un tarantín playero, con filipina o en shorts, Tomás seguirá cocinando, inalterable y por el disfrute de hacerlo, su cocina maravillosa, poética y divertida.

¿Qué hace esta chica?


Congreso Eno Gastronómico Trilogía en Fusión
Escribo hoy desde la terraza del Hotel Ucaima en Valencia, participo en el congreso eno gastronómico Trilogía en Fusión, ayer expuse mi conferencia "Viaje Hacia un Paladar Inteligente".

No tengo mucho tiempo (hay ponencias y competencias gastronómicas permanentemente) y muchas cosas que contar, las más interesantes:

1. La Asociación Venezolana de Chefs Cocineros y Afines designó a varios cocineros como Coordinadores Regionales de sus estados para organizar, promocionar y apoyar las actividades de la asociación. Tengo en honor de haber sido designada como coordinadora regional del Distrito Federal.

2. Cocineros maravillosos de otros países nos visitan: Rick Potter, Carolina Coronado, Mauricio Armendáriz, Iwao Komiyama; y nos regalan sus conocimientos, sus experiencias y sus voces de entusiasmo.

3. Las competencias culinarias están demostrando, entre otras cosas, que la intención de muchos de los cocineros jóvenes es profesionalizarse y dedicarse a la investigación con compromiso, disciplina y creatividad.

4. Encontrarse con los amigos, los colegas, es una experiencia siempre divertida, nutritiva y esperanzadora.

5. Edgar Leal, venezolano radicado en Miami, viene a relatarnos, con una humildad y un don de gente digno de mencionar, su experiencia en uno de los mercados más difíciles del mundo.

6. Yo me siento aquí como en Disneylandia, divirtiéndome de lo lindo, fascinada por ver la seriedad y el tezón con el cual se llevan a cabo estos encuentros y con la moral altísima por ver que la gastronomía en Venezuela sirve tanto para darle placer a comensales y cocineros, como para mejorar nuestra calidad de vida y profundizar el sentido de pertenencia.

Con mi barra familiar Valenciano-maracayera luego de mi conferencia (mis primo Humberto y su hija Ariany estudian cocina en la escuela valenciana Le Gourmet´s)


Mi prima Xiomara encantada con Edgar Leal luego de comer su soufflé de chocolate


Con Ivette Franchi (coordinadora regional de la Asociación Venezolana de Chefs Región Zulia ), y la maravillosa y costarricense Carolina Coronado.

Ahora, para comprar vino hay que vestirse de gala

Una vez oí a Merlín Gessen decir que existía una estadística que afirmaba que de cada 100 comensales maltratados, sólo cuatro se quejan. Desde ese día decidí ser una de esas cuatro personas que exijen, con asertividad y educación, ser bien tratadas en un restaurante, en un curso de maquillaje, en un concierto al aire libre, donde esté.

Jesús Nieves Montero es un escritor, multifacético, talentosísimo y amante de los vinos, lo conocí en un taller de literatura llamado "Escribir para sanar" que él dicta. Jesús tiene un interesante y nutrido blog sobre el vino y uno de sus post más recientes trata de una situación, en extremo desagradable, que vivió en Licores Mundiales, en Las Mercedes.

Creo que si alguna función cumple la blogósfera, es transmitir no sólo información, sino las reflexiones de los que ni somos periodistas, ni tenemos poder legal, pero que somos consumidores, lo cual nos hace poseedores de un poder multitudinario capaz de cambiar las cosas si nos organizamos.

A Jesús le reclamaron groseramente por su vestimenta en Licores Mundiales, luego de ser un cliente habitual desde hace dos años y haber ido en shorts y sandalias. Tal vez si un narcotraficante-asesino-extorsionador elegantísimo va a Licores Mundiales a comprar vino, lo tratarían como si fuera de la realeza.
A veces pienso que no hay mayor tragedia en Venezuela que ese intento de ser más papistas que el papa.

Aquí la nota de Jesús.

Mis alumnos

La verdad, es que pocas cosas en la vida me gustan más que dar clases. La verdad es que cada vez que cocino (aún estando sola) llevo un discurso interno (que en clase exteriorizo) producto de tanto tiempo explicando mientras muevo una paleta de madera que dice más o menos así: "las cebollas se cristalizan, luego se incorpora el arroz arborio y se desglaza con vino blanco para posteriormente ir agregando poco a poco el caldo y remover el risotto". La verdad, la pura verdad, es que ver la cara de un alumno cuando prueba comida que él mismo ha hecho y que creyó que jamás podría hacer, es uno de los momentos más delicioso de toda mi existencia.

He tenido alumnos de siete años, una vez le dí clases de cocina a una hermosa mujer de 75; a mis clases han asistido hombres, mujeres, serenos, complicados, optimistas, cínicos, libres, presionados, adineradísimos, pobres, desorientados, clarísimos, dóciles, rebeldes, felices, deprimidos, colaboradores, egoístas, amistosos, gruñones; algunos se quedaron para siempre dentro de mi círculo de amistades, a otros no los volví a ver jamás. Todos con algo en común: me dieron la invalorable experiencia de aprender de y con ellos.

Hoy mis más recientes alumnos y yo descubrimos (cada vez que la hago la descubro como si fuera la primera vez) cómo se hace la mantequilla noisette para hacer pescado a la meuniere. Mis alumnos salieron felices, yo más.

P.D: Gracias a los chicos de La Casserole du Chef por dejarse tomar foticos.


Cuando Amy no era importante para el mundo

Me encanta Amy Winehouse. Tiene una voz inconfundible y canta con el alma. Yo tenía mucho tiempo sin emocionarme por algún cantante solista, siempre sentía que unos repetían a los otros, que en el afán de sobresalir terminaban siendo todos idénticos. Pero llegó Amy con su rebeldía, su voz ronquita, su tragedia y su sonido que recuerda a Motown y, al menos a mí me dejó sin habla.

Amy está preparando su nuevo disco y en él hablará de su infancia, sus habilidades culinarias y la tranquilidad que sentía "Cuando... No era importante para el mundo". Resulta que la chica puede hacer sopa de pollo, albóndigas y pollo frito. Bastante básico el repertorio, pero lo suficiente como para no morir de inanición.

Aquí una joya musical producto de su inconmensurable talento y su tormentosa cotidianidad, con un tinte de humor negro y absolutamente autobiográfico: Rehab.


You could be my flamingo

La ironía me aburre, me desmoraliza, pero las excepciones de la regla son cosas como ésta.

Esto no tiene nada de gastronómico... Pero me encanta...



Gerundio

Una de las personas más importantes de mi vida se llama Daniel Durand. Conocí a Daniel a los cinco años y desde ese momento nunca nos hemos separado. Pasamos nuestra niñez en el Colegio Mozart, nuestra adolescencia comiendo sánduches árabes y nuestra adultez almorzando juntos al menos una vez al mes. Compartimos nuestras primeras palpitaciones románticas, nuestros despechos, las preocupaciones vocacionales, las decisiones sobre el dinero, las angustias y las mieles de la madurez. Todo lo hemos conversado, me siento completa y absolutamente libre con Daniel, esa libertad que, como un bálsamo, uno encuentra en un amigo de alma: un hermano por elección.

Una vez Daniel (que siempre pensó que había nacido negado para tocar algún instrumento musical) decidió estudiar cuatro, al principio como tarea espiritual, pero luego (y lo sé sin que me lo haya dicho) para darle a su alma la felicidad de expresar ese mundo profundo de sus emociones. Me argumentó que uno alguna vez debía hacer algo que pensara que era incapaz de lograr. Y lo logró. Daniel ahora toca el cuatro, ¿Cómo lo logró? en gerundio. Él mismo se dedicó 40 días a una dieta monocorde (también como tarea espiritual) que lo llevó a bajar mucho de peso, a confirmar la fuerza de su voluntad y sus convicciones y a despertar para siempre sus sentidos (agudizados por la limitación) ¿Cómo lo hizo? en el mismo tiempo verbal que da nombre a este post. Yo ahora estoy convencida que Daniel es capaz de hacer cualquier cosa que se proponga. Lo quiero como a un hermano y lo admiro como a un héroe.

Mientras Daniel estudiaba en el liceo Urbaneja Achelpohl, Yo estudié bachillerato en el Leopoldo Aguerrevere, donde encontré profesores maravillosos, y también algunos pésimos. Uno de ellos me marcó para siempre, y es paradójico, porque ni siquiera recuerdo su nombre. Mi profesor de química de tercer y cuarto año apareció unas cuatro veces. nos mandaba a hacer trabajos de investigación y la próxima vez que aparecía, hacía un examen. Pasé con 10, nadie reprobó, nadie sacó más de 12. En quinto año una condescendiente profesora, al percatarse de que yo sólo entendía sus "Buenos días" me preguntó "Karina, ¿qué vas a estudiar tú en la universidad?" y yo respondí con la seguridad de un roble: "Psicología", como ella era teatrera y yo vivía en esa época para las actividades del grupo de teatro del liceo, me pasó con 10. Ahí cultivé yo la seguridad de que la química y yo existíamos en universos paralelos. Pero, otra paradoja, me dediqué a la cocina, que viéndolo bien es química aplicada.

Todo esto es para decir que estoy leyendo "La Cocina y los Alimentos" de Harold Mc Gee, esa especie de biblia de la nueva cocina. Siempre le tuve ganas al libro, pero sabiendo que había sido escrito por un químico, me parecía que yo no iba a disfrutar la lectura. Nada más lejos de la realidad. Mc Gee no sólo es químico, estudió letras y aborda el asunto como un escritor, con una prosa hermosa y poética. Además, está enamorado de la cocina y es capaz de utilizar metáforas, citas de libros sagrados, ilustraciones y ejemplos fáciles para describir y explicar los complejos procesos de la culinaria.

Siguiendo el ejemplo de Daniel, estoy adentrándome en un tema que para mí siempre fue no sólo ajeno, sino atemorizante y estoy exorcizando aquella vieja creencia que ha marcado mi vida según la cual yo no entiendo la química ¿Cómo lo estoy haciendo? de la única manera que he visto que da resultados: en gerundio.

Harold Mc Gee en una conferencia en el evento español Diálogos de Cocina

 

El genio de la silla transparente


Tomando vino tinto en un vaso de plástico, veo como su melena dorada se mueve, parpadea sin parar imitando a una mujer que dice "Marica... Tienes que revisarte" y se ríe a carcajadas de los dramas femeninos... Es Luis Fernández argumentando que "No eres tú, soy yo". Luis tiene esas dos cosas que a mi me parecen más seductoras en cualquier hombre: inteligencia y sentido del humor.

Me emocionaba mucho ir a verlo, sé de su agudísimo sentido crítico, de su profundo conocimiento del alma femenina, sé además, que no es complaciente, que es ácido, sarcástico, burlón, casi despiadado; pero también sé que es un tipo talentoso, sobresalientemente bello, que tiene una voz y una dicción deliciosas, que levanta su crítica sobre la empatía, la compasión y la admiración que siente por las mujeres a las que conoce, que está enamorado de una que es un portento de unicidad y belleza, sé que es (parafraseándolo) un tipo bueno.

Lo que no sabía es que era tan cómico. Una hora y media de risa intensa, de esa carcajada que sale de reconocerse a uno mismo en el chiste, de ver como él es capaz de mostrarnos descarnadamente esa locura estrogénica de tintes, uñas acrílicas, dietas, fajas, tacones y drama, mucho drama. Luis conoce tanto la psicología femenina que asusta, a mí me daría pavor hablar con él, yo sentiría que apenas abriera la boca ya Luis sabría mis secretos, mis complejos, mis deseos, mis frustraciones y lo que es peor, sabría exactamente como resolverlos. 

Su puesta en escena es tan minimalista que sólo usa una silla y una mesa transparentes para descansar de su intensa actuación mientras nos da la gratísima sorpresa de la presencia de Mirtha Pérez cantando un bolero desgarrador.

La soledad, la amistad, el enamoramiento, el matrimonio, la infidelidad, los hijos, el divorcio, la madurez, Luis se pasea por toda la vida femenina y cuando parece que el pronóstico sobre el futuro de las mujeres venezolanas es negro, cierra de manera espectacular con una joya de reflexión que, al menos a mí me dejó con un sabor de dulzura y confianza que me reconcilió con mi naturaleza de mujer.

La verdad, lo que me provoca es darle las gracias por haberme hacho reír tanto y por haberme regalado un retrato de mí misma, de mis amigas y de las mujeres de mi familia tan complejo, tan contradictorio, tan divertido y a fin de cuentas, tan bello.


El sabor comienza por el aroma

Néstor Cárdenas lo tiene claro, la percepción del sabor comienza cuando el aroma llega a la mucosa nasal, luego se complejiza cuando entran a jugar el gusto (ácido, dulce, salado, amargo y umami), la textura y la temperatura. Néstor lo tiene tan claro que justamente ese es el nombre de su bello blog, en el cual nos pasea por sus creaciones culinarias. 

Tuve la suerte de tener a Néstor como alumno de cocina y sólo tengo cosas buenas que decir sobre él: no sólo parece un actor de cine, sino que es talentoso, laborioso, ingenioso y tiene un agudo sentido del humor. Es un fotógrafo de animales con un ojo prodigioso, es un panadero apasionado y un diseñador gráfico magnífico. Pero lo más importante, lo más sobresaliente de su personalidad es su buena índole.   

Néstor tuvo la gentileza de reseñar mi más reciente velada de Cuentos Gastronómicos en La Clef, a la cual asistió (muy bien acompañado). Estoy agradecida y conmovida... Aquí está el link.

Mérida

La primera vez que pisé Mérida tenía 18 años y cuando llegué sentí que había llegado a casa. Volví al poco tiempo y sentí lo mismo. Tres años después, guiada por el amor, me fuí a vivir en una casa enorme de 6 habitaciones a la orilla de un río en San Rafael de Tabay y, desde ese momento, no hay un lugar en el mundo donde yo me sienta mejor. Allí cultivé amistades profundas, allí crecí y estrené mi adultez, allí di mis primeros pasos en la investigación gastronómica; Mérida es para mí mi ciudad natal adquirida.

Fuí allá la semana pasada en viaje relámpago, visité el mercado principal, compré queso provolandino, vegeales secos de "La Boconesa", masa de maíz pelao´, y "Truchineta": huevas de trucha deshidratadas con sal. Este mercado es no sólo el típico lugar común turístico, es muchísimo más que ésto: es un paraíso para el cocinero. Se consiguen desde champiñones y alcachofas fresquísimas, hasta rarezas como Stevia, huevos de gansa, harinas de múltiples cereales y esa delicia cuya fórmula guardan celosamente los merideños, llamada vitamina y que sólo puedo describir como una nube dulce y avainillada que podría tomar todos los días en vez de agua.

Visité también un imperdible para mi: "Tía Nicota" cuyo souflé de palmito es inigualable.

Pero el banquete me lo dí en Barvas Pizzas y Focaccias. De la mano de mi amigo Antonio Gámez (y el idioma español no me alcanza para agradecerle todas las atenciones y gentilezas que tuvo conmigo en este viaje), me devoré una focaccia con salmón ahumado, lechugas, aceitunas negras y aderezo de queso crema que estaba suculenta. El detalle magnífico: La masa deliciosa, tersa, gustosa y de un grosor perfecto. Antonio se comió una pizza "Criolla" con carne mechada y queso blanco.











Ya de vuelta suspiro (como cada vez que vuelvo de allá) y me pregunto si alguna vez podré cambiar en mi partida de nacimiento Caracas por Mérida.



Cuentos gastronómicos (si!!! de nuevo!!!) y poesía en La Clef

El 24 de Junio mi amiga Arlenis Olivero me invitó a su restaurant La Clef y lo convirtió en auditorio para leer mis cuentos gastronómicos y escuchar la voz maravillosa de Aury Tovar. Como la experiencia fue tan linda, nos divertimos tanto y a la gente le encantó, vamos por la segunda.
El próximo sábado 2 de Agosto, Cuentos Gastronómicos, por esta servidora y Recital de Poesía con María Vazquez Benarroch, Edda Armas, Jason Maldonado y Rafael Urdaneta. Además, degustación de vinos Luis Alegre.
La velada estará deliciosa y nada mejor que pasar la noche del sábado entre amigos, buenos vinos, cuentos y poesía.
La Clef queda en el C.C Terraza de La Lagunita, Nivel 3.
Tlf: (0212) 424.98.08.


Cocina y cine, el eterno romance
A partir del momento en que encontré esta escena editada de la película "El Profesional" se me metió entre ceja y ceja, no sólo hacer una lista de películas cuyo tema sea gastronómico, sino incluir películas de cualquier género en las cuales existan escenas en restaurantes, personajes cocinando o comiendo, mercados o cualquier sugerencia culinaria. A mí por ejemplo me encanta la escena del restaurant de la película "Mrs. Doubtfire" cuando el pretendiente de la ex se atraganta con un camarón bañado en pimienta de cayena.

Mi lista es, sin orden ni concierto:
1. Ratatouille, toda, de principio a fin. Me parece LA película gastronómica, la que revela la locura y la pasión con la cual los cocineros nos tomamos asuntos como el aceite, la frescura de las verduras y las críticas.
2. El festín de Babette. Mi escena favorita no es gastronómica, es la posterior al banquete cuando los viejitos salen bailando y tomados de la mano de aquella cena majestuosa.
3. Como agua para chocolate y los eróticos chiles en nogada que pusieron a correr hasta al cura.
4. Spice y la lección de gastro-astro-nomía que le da el abuelo al niño en el almacén de especias. El actor principal, George Corraface, es para mí, uno de los hombres más bellos de la tierra y sus alrededores.
5. La Casa de los espíritus y la escena bellísima de la merienda entre Clara y Férula.
6. Woman on top. Toda, de principio a fin es una delicia.
7. Tomates verdes fritos y dos escenas memorables: la guerra de harina y moras entre Idgie y Ruth y la cena baja en calorías que Evelyn le deja a su esposo en la mesa mientras ella va al gimnasio (y por supuesto, la barbacoa de carne humana que improvisaron en plena fiesta de la iglesia).
8. Venus as a boy, que no es una película, es un video de Bjork que se desarrolla en una cocina azul, preciosa.
9. El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante. Con esta película tengo una relación amor-odio. Me da pavor verla, pero cuando la veo la disfruto mucho. Es dura, cruel y toca uno de los tabúes más perturbadores para la humanidad: el canibalismo.
10. Mrs Doubtfire. Los senos postizos de la niñera trasvesti incendiándose en su primer día de trabajo y, como dije antes, el camarón picante asesino.
11. Amelie, rompiendo la creme brulée con la cucharilla y prendiendo la máquina del café para que no se oyeran los gritos orgásmicos de su amiga Georgette.
12. La gran noche. Toda, un poema visual inspirado en las desventuras que sufren los dueños de restaurantes modestos. Una obra maestra.
13. Entre copas. De nuevo mi escena favorita no es de contenido gastronómico. El futuro esposo tratando de recuperar la billetera que dejó en la habitación de una amante casual. Creo que jamás me he reído tanto en una película.
14. Analízame. La escena del restaurant cuando Paul Vitti sospecha que el psiquiatra lo está espiando y habla con un cómplice en clave.
Por favor, quiero pedirle a mis amigos visitantes que me digan sus películas favoritas con contenido gastronómico, o las películas en las que hayan visto alguna escena culinaria.
Gracias!!!


Los panas de Carlos al rescate


Que el gremio cocineril está compuesto por una banda de desadaptados, gozones, irreverentes, noctámbulos, narcisistas despóticos y competitivos, es un prejuicio extendido y muy injusto. Admito que hay algo de hedonismo en dedicarle la vida entera al aceite de oliva, las frutas, el foie y el arroz arbório, pero siempre he pensado que quien se dedica a la cocina tiene en lo más profundo el deseo de alimentar al otro y, que refinado, dicho deseo se convierte en un oficio dignísimo que aporta bienestar y felicidad al mundo.

Hoy los panas cocineros de Carlos García se unen para darle una mano en un momento difícil, aportando su trabajo y su inspiración. Dejo aquí textual la invitación:

“Cocineros por un cocinero”

Solidaridad: El ingrediente secreto

“Cocineros por un cocinero” es el nombre de un admirable evento, por medio del cual los grandes chefs de la actual movida gastronómica venezolana, sumando la adhesión desinteresada de más colegas, restauradores, bodegas, casas destiladoras y proveedores, le están demostrando a un apreciado compañero, Carlos García, que el espíritu del gremio culinario incluye y convierte en acciones ingredientes tan especiales como el principio ético y humano de la solidaridad. El evento programado consiste de cuatro cenas: dos, el martes 05 y miércoles 06 de agosto en el comedor del Instituto Culinario de Caracas (ICC) ubicado en Chuao; y dos, el jueves 07 y el viernes 08 en el restaurante ALTO ubicado en Los Palos Grandes. Los menús gourmets serán dispuestos con el correspondiente maridaje. En esta ocasión, los Chefs José Luis Saume, Liselotte Salinas, Ma. Elisa Romer, Tomás Fernández, Pocho Garcés, Eduardo Moreno, Ma. Fernanda Di Giacobbe, Hector Romero, Sumito Estévez, Pascal Cherance, Henrique Ramírez, Ana Belen Myerston, Oriol Serra, Selva Silva, Mercedes Oropeza, Enrique Limardo, Tatiana Mora, Paul Launois, Víctor Moreno, Francisco Abenante, Florencia Rondón, Juan Carlos Bruzual y, por su puesto, Carlos García, han diseñado dos suculentas propuestas con su respectivo maridaje que prometen ser inolvidables. Cuatro citas, cuatro ocasiones especiales, en que el turno tocará ahora a los activistas de las buenas causas y a los amantes de la buena mesa, para combinar el placer y el deber. El respetado Chef Carlos García, Tenedor de Oro 2007, necesita apoyo para poder superar una difícil y costosa contingencia médica familiar, y a esto responde la iniciativa. Mayor información sobre los cupos y reservaciones se ofrece por los siguientes teléfonos: El Comedor del ICC (0212) 992.2429 y Alto (0212) 284.3655.

El cerebro, sus misterios y su belleza
En algún sitio algo increíble espera ser descubierto
Carl Sagan

Hace algunos años, mientras estudiaba psicología en la U.C.V, temblaba al imaginar lo que sería de mi vida cuando comenzara la materia "Neurofisiología". Yo, que me siento mucho más cómoda en el lenguaje artístico, subjetivo y emocional que en el científico, le tenía terror al asunto. Pero, apareció Claudina Albornoz (quien nos dejó huérfanos de ella prematuramente), con sus faldas de colores, su risa encantadora, sus agendas de Mafalda y sus clases maravillosas, y me invitó a enamorarme del cerebro y sus misterios. Luego de su primera clase, me sentí eufórica y pensé "Carajo... Debí ser valiente y estudiar medicina para dedicarme a la neurociencia". Desde ese momento, cualquier cosa relacionada con sangre, órganos o huesos me sigue provocando pánico, pero a la voz de cerebro, siento fascinación.
Hoy me encuentro con este estremecedor testimonio, de Jill Bolte Taylor, científica neuroanatomista, que tras dedicar su vida a la investigación de la enfermedad cerebral, un día se encuentra conque ella misma es un paciente. Su descripción de la vivencia del derrame cerebral es poesía pura, sus hallazgos como científica y como ser humano me parecen joyas de sabiduría.
Por alguna razón recordé a mi papá y una conversación que tuve con él cuando tenía diez años, yo había oído una palabra que me sonó rarísima y fui a consultarlo con él: "Papá ¿qué significa afrodisíaco?" mi papá antropólogo y profesor universitario me dio una clase sobre cuernos de rinoceronte, miel con almendras y pensamiento mágico, y al final me dijo "... Pero la verdad Karina, es que el único afrodisíaco que realmente funciona es el cerebro".




León y Mathilda toman champaña
A León lo pone nervioso la vivacidad de Mathilda, quien florece en su pubertad asimilando la dureza de su vida de huérfana. Mathilda ve en los ojos adormilados de León un lugar seguro donde poder reposar tranquila. León y Matilda se aman, se necesitan, se protegen, se consuelan y se dan mutuamente razones para vivir. León es asesino a sueldo, sicario italiano sin raíces, sin vínculos; un insomne que prefiere pasar en vela sus noches antes que entregarse al sueño que lo enfrentará con su vida. Mathilda sólo extraña a su hermano menor, muerto a manos de policías corruptos. Estoy hablando, por supuesto de la maravillosa película "Leon" (traducida para los hispanohablantes como El Profesional) del excelente director francés Luc Besson.
Buscando en youtube, principio y fin de toda cosa grabada en el mundo, encuentro esta joya, esta escena gastronómica en la cual, una desenfadada Nathalie Portman (de quien jamás podré decir demasiado, pues me parece un monumento al talento actoral) brinda, ríe y trata de seducir a un apenadísimo Jean Reno (el feo más bello y con la voz más cálida del cine).
Me pregunto cuan doloroso puede ser para un director eliminar de la edición final escenas tan buenas como éstas. Me pregunto cuál será el criterio. Hoy, luego de verla, disfruto mucho más la película, veo al fin las evidencias de la tremenda tensión sexual entre los personajes (quizá fue justamente esta tensión la que hizo que "edulcoraran" la relación entre León y Mathilda).
No hay nada oculto entre cielo y tierra y hoy nos damos un gustazo viendo la escena del restaurant de "Leon".



A mí no me gusta el chocolate

Bueno, sólo un poquito... En bombones, en taza y en Nutella; de resto, torta de chocolate, galletas de chocolate, brownies, helados y demás inventos gastronómicos oscuros, la verdad, no me gustan. Pero me parece un ingrediente fascinante. Trabajar con él requiere de ciertos conocimientos y de cierta sensibilidad que la mayoría de los cocineros no tenemos. Eso si, cuando alguien descubre como manejarlo, se desarrolla un enamoramiento, una pasión descontrolada.

Joel Elíaz descubrió que le encantaba trabajar con él y se dedica, además de dar sus cursos de panadería profesional, a enseñar a todo el que quiera, el paciente y delicado arte del temperado, de la confección de bombones y turrones y de desentrañar los secretos de este maravilloso aporte de América a la gastronomía mundial.

¿Qué sería del mundo sin el chocolate? Tal vez es el color, el perfume intenso, la cremosidad, pero el chocolate, lo admito, es sexy. Entiendo perfectamente a los chocoadictos y festejo el hecho de que, en su versión más oscura, sin el disfraz azucarado y lácteo, aporte precursores de neurotransmisores que eviten la depresión.

Aquí les dejo algunas fotos del Taller de Chocolatería que los amigos del Gapp ofrecen a todo amante del chocolate, por si acaso quieren convertirse en Oompa Loompas: