Dieguito comía Manchamanteles

Me gusta imaginar como fueron los momentos cotidianos de las personas excepcionales: Leonardo da Vinci peinando su barba, Mozart sirviéndose un trago, Isadora Duncan cosiendo un botón, Escoffier untando mantequilla al pan.

Me encanta también imaginar lo que sintieron cuando comieron su plato favorito. Diego Rivera deliraba por ese prodigio gastronómico de tierras mexicas: el Manchamanteles, un plato cosmopolita y vanidoso que contiene todos los gustos y que deja un perfume en la memoria difícil de borrar.

Y en esas tierras están celebrando el Festival de Cine y Gastronomía de Huatulco, y lo hacen en honor de Frida Khalo y Diego Rivera, gourmets de las emociones y los colores.

La molendera

Diego Rivera

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Arrocito con atún

Hoy, luego del trasnocho, me levanté pensando en champaña, caviar, o un plato de esos maravillosos que está haciendo Tomás con trufitas blancas. Digamos que, amanecí con ánimos de celebrar.

Pensé también en comprarme un par de zapatos altos, carísimos, de un color insólito, de esos que no combinan con nada pero que le ponen a uno el alma feliz. O una cartera, finísima, una exquisitez minúscula de piel color higo donde sólo quepa mi cédula y una pinturita de labios.

Pensé en ir a la peluquería: tratamiento completo para mimar el exterior (y en consecuencia, el espíritu). Me imaginé que podría celebrar con un par de zarcillos millonarios, o tal vez comprarme, al fin, ese vino carísimo al que le tengo puesto el ojo y que no he comprado por no haber encontrado una buena excusa para consentirme el capricho.

Pero lo pensé mejor... Y hoy me enfundo en un blue jean, franela y zapatos de goma, hoy me peino velozmente y sin mucho cuidado, hoy retomo el look y el ánimo que tenía cuando caminaba por la Facultad de Humanidades de la U.C.V mientras aprendía que la Psicología es la ciencia de la conducta.

Hoy celebro almorzando arrocito con atún, tal como lo hacía en el comedor de la U.C.V, pues, esta sensación de triunfo, de optimismo, de fe, se la debo a los estudiantes venezolanos.

Comedor Universidad Central de Venezuela

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Hoy voto

Tengo un mes pensando en este post, en lo que quiero decir, lo que debo decir (que es exactamente lo mismo). Tengo un mes preguntándome cuál es mi mejor conducta, cuál es mi mejor reflexión, qué me debería distinguir como ser humano, a cuáles cosas le temo y cuáles me entusiasman.

Una de las cosas sobre las cuales pensé más es sobre si mi conducta y mis reflexiones dependen de la conducta y reflexiones de otros... Por supuesto que si. Los demás me informan, me iluminan, me aleccionan, me quitan las ilusiones o me las regalan. Pero, en el momento de la verdad, uno está solo en el mundo cuando va a tomar una decisión.

Pensé también en que si, por sospechar que el otro no es transparente, o al menos a mi no me lo parece, eso deba influenciar en el hecho de hacer lo correcto. Y llegué a la conclusión, desnuda y contundente, de que lo único que yo poseo en esta vida es mi dignidad, y ésta no está sometida a ambiguedades.

Si los otros deciden trampear, deciden irrespetar, eso es otra cosa. Yo no me puedo quedar cruzada de brazos cuando lo único que está a mi alcance es votar.

Por eso: Hoy voto.