10 años

Hoy celebro 10 años de haber salido de la escuela de cocina. Cuando entré, jamás imaginé que mi vida se dividiría en antes y después de ese evento. Fué un momento especialísimo para mí, pues, prácticamente toda mi familia me acompañó a celebrarlo. Mi bella familia, estóicos conejillos de indias, que celebraron mis aciertos y perdonaron mis metidas de pata iniciales en la cocina.

Recuerdo con especial cariño a mis amigos del alma y compañeros de aventuras gastronómicas, Milcy Luciani, Carlos Coronado y Manuel Sulbarán. Entre los cuatro descubrimos muchas cosas, nos divertimos como niños cocinando y cultivamos una amistad que, a pesar de las distancias (ellos tres viven en U.S.A), se mantiene intacta.

Tuve buenos y malos profesores. Los buenos encabezados por Tomás Fernández y Paul Capecchi, me enseñaron no sólo técnicas, sino esa mezcla extraña de hedonismo y vocación por el trabajo duro que debe tener un buen cocinero. Los malos me enseñaron, por contraste, lo que no debo hacer.

En estos diez años no sólo he cocinado sino que cientos de personas me han honrado al participar de mis clases de cocina. Tengo mucho que agradecerles a los dueños de las escuelas en las cuales he trabajado: Helena Ibarra en Cocido a Mano, René Torres en Mandalay y Lizzetta Torrealba en La Casserolle du Chef. Todos ellos crearon para mí un clima de libertad tan gratificante que lo menos que podía hacer era disrfutar de ser instructora. A los alumnos que, de manera tan entusiasta, siempre me regalaron su ingenio y creatividad, mi infinito agradecimiento. Han sido, siempre, una brújula que me mantiene en el rumbo correcto.

En fin, que mi agradecimiento mayor es a la vida, que me ha dado tanto... Tantos buenos bocados, tantas ricas texturas, tanto trabajo divertido, tantas buenas experiencias que hoy me dejan con un sabor dulce en la boca.


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