Lo que sabe Micaela

Micaela crece en Washington, sana y abrigadita, en el vientre de su mamá. Tiene varias certezas. Ella sabe, por ejemplo, que su abuelo le revelará los secretos del cielo y su abuela los de la dulzura. Sabe que su papá, con sus ojos claros y su piel morena, la cuidará siempre y le dará su sonrisa de hombre bueno y noble. Está segura de que heredará la inteligencia y la espigada belleza de su mamá y que será muy divertido crecer en una familia de locos que la aman y la esperan.

Viene a este mundo a encontrarse con su tía Eva, quien siempre le hablará de los misterios de la vida y la cuidará a control remoto. Con su tío Héctor, de quien siempre estará enamorada, se adentrará en el mar, segura y valiente, a remontar las olas en una tabla de surf. Su tío Jack le enseñará a escuchar buena música y a reírse de sus ocurrencias. Su tío Roger siempre le dirá “Hola, mamita, Dios te bendiga”, sus primos Sabina y Roger Leonardo sentirán por ella el mismo amor, azucarado y juguetón, que sentimos nosotros por ellos, en la distancia, sus primas de Maracay la bendecirán y su tío Alexander le enviará besos calurosos desde Anaco.


Su mamá Silvia, desde algún lugar del cosmos, bordará para ella una colorida colcha de estrellitas, para que duerma contenta y su tía Karina, con el corazón arrobado de flores, la amará, con la terquedad y la entrega de una tía sin hijos y le contará como fue que un día, llorando de alegría, se enteró de que ella venía en camino.