El disfrutólogo


Un día, Reinaldo llegó eufórico de felicidad porque "estaba aprendiendo las cosas más importantes de su vida", resulta que acababa de comenzar un taller de facilitación con Hugo Marichales. Hugo es un personaje, se autodenomina "Disfrutólogo" (término que me hubiera gustado inventar a mi), con una formación muy sólida y un sentido del humor inteligentísimo, forma a la gente en el arte y la ciencia de la facilitación. Hoy vive en Francia y tiene un blog, sin desperdicio que se llama "El Cuentador". Su más reciente publicación es un prodigio llamado "El Cocinero" en su sección Ezquizo, que paso copiar aquí. Visiten su Blog porque es una delicia.




Deliciosa y suculenta criatura. Recibe un saludo lleno de sabor y sustancia, desde este corazón de Esquizo el Cocinero, que has llenado de exquisito y crujiente amor.


Mi hambre de ti aumenta cada día y ya no soporto el fogón de mi pecho cuando uvas pasas por mi lado. Mi cerebro se vuelve un microondas de pensamientos que me hacen salivar y la única comida que puede calmar mis ansias es un SÍ tuyo.


Tú eres, criatura, mi agua y mi alimento. Cómo quisiera poder desayunarte en las madrugadas, condimentarte a mi gusto para darme banquete en el almuerzo, merendarte por las tardes y relamerte hasta la gula contigo como cena.


El amor gourmet que me produces tiene sus vainitas, pues a tu recuerdo el sol brilla
como el trigo, las nubes recuerdan copos de suspiro batido a punto de nieve fuerte, las piernas se me vuelven gelatina y las colinas parecen brócolis, alcachofas y repollos recién cultivados. Hasta el ruido de la calle se asemeja al alimenticio sonido de una cacerola en plena ebullición de sancocho de corocoro recién sacado del mar de Margarita, calentado en leña a la orilla de la playa.


En este mi delirio gastronómico, no sabría si rebosarte de crema pastelera y sirope de chocolate y fresas, o más bien colocarte sobre la mesa y adornarte con hojas de lechuga fresca, frutas, endibias, hinojos y finas hierbas, y luego con una vinagreta de miel rociarte toda la piel, para pasar luego a degustarte a placer y no dejar ni un centímetro de tu carne sin que su sabor haya impregnado mi boca.


Tan sólo de imaginarte, las ideas me surgen como cotufas. Tu mirada picante, tu andar afilado como cuchillo de chef, las blancas caraotas de tus dientes, la mermelada de tu rostro, tu voz de hierbabuena, tus costillas de barbacoa, tus bucólicos cachetes de albaricoque, tus batatas firmes, tus nalgas de acemitas calientes, tu aliento refrescante como té de jengibre, tus patillas invitantes… Eres manjar de dioses, criatura, y despiertas apetitos bacanales dignos del comensal más exigente.


Eres el aroma del café por la mañana, y la sal, la pimienta y el comino de la vida; sin ti soy la vianda más insípida de un convite. En el menú de mi existencia, yo no quiero más aperitivo que tus ojos, más caldo que tu amor, más alimento que tu cuerpo, más vino que tu voz, ni más postre que tus besos.


Me atraganta pensar que no seas para mí, criatura. No soporto el pensamiento de amargo de angostura de que alguien distinto de mí te paladee. Yo no quiero ser plato de segunda mesa. Me agria el carácter, me da acidez y me corta la digestión; es peor que comerse una hayaca fría, tan espantoso como morder una cebolla cruda, tomarse una cucharada de aceite rancio o masticar un cubito de pollo.


Esta olla de presión de no tenerte me cuece. Pero si logro conseguir la receta de tu amor, voy a ser más popular que un perro caliente, más noble que una arepa, más sustancioso que un cruzao, más dulce que un tres leches, más fácil que un espagueti, más refrescante que una limonada, más recio que un coco, más simpático que una mandarina, más versátil que un arroz, más sensual que la champaña y más exquisito que un camarón.


Así que aquí estoy, criatura. En tu despensa. Servido para ti. Maríname, criatura, ásame, sofríeme, endúlzame, sazóname, cocíname, hiérveme, papéame, rebósame, ensálsame, lícuame, fríeme, esméchame, sancóchame, alíñame, hornéame, báteme, guasacaquéame, adóbame, tuéstame, guísame, relléname, dórame, amásame.


¡Buen provecho!


Esquizo

Coro y Adícora

Ir a Coro es ir lejos. Es ir, además, con la expectativa de comer suculencias que sólo se pueden degustar en sus calurosas tierras.

Uno de los íconos gastronómicos de Falcón son sus arepas peladas. El sabor característico de maíz pelado es una referencia de mi infancia: yo iba a Coro y desayunaba indefectiblemente con arepa, suero y queso de leche de chiva, lo cual hacía de mí una niña inmensamente feliz. La primera vez que probé el Tostito, me enamoré de él porque me recordaba a los desayunos corianos de mi niñez. Una vez oí, hace mucho tiempo, que el maíz pelado con ceniza no era muy saludable; pues resulta que es todo lo contrario: los mexicanos (que saben todo sobre el maíz) descubrieron que la cocción alcalina del maíz, llamada Nixtamalización, aumenta el su valor nutritivo.

Otra imagen típica de Falcón son las huevas de lisa seca, son una exquisites, un gusto adquirido, un lujo de la costa, con su potente sabor marino, son protagónicas y descaradas, no tienen competencia.

En la vía a Adícora, no sólo se encuentran dulces criollos: pan de leche, catalinas y unas cocadas foscorescentes que generan, como mínimo, impresión; sino también un raro especímen: el "Chicharrón Light", cuando pregunté por los
detalles recibí la escueta respuesta "es que no tienen grasa", me imagino cuando ingenuo habrá caído. Este camino a Adícora tiene una naturaleza singular, al adentrarse en la península de Paraguaná se puede divisar el Cerro Santa Ana y múltiples avisos (con error de concordancia incluido)

exhortan a los visitantes a cuidar a los burros que viven en estado silvestre (lo triste y paradójico es que los burros viven sumergidos en la basura).


Al llegar al mar: pescado, camarones, ostras, calamares y el inevitable "Rompecolchón, vuelvealavida, mazingerZ, liberenawillie, quiebramuñeca" la mezcla explosiva de mariscos y moluscos generalmente avinagrada que venden con la promesa de enardecer hasta a los ánimos más decaídos.

Meme cumpleañero

Ayer me enteré de que Victor, en esas cadenas de panas blogueros con sed de conocimientos, me incuyó en la lista de los amigos que deben responder su Meme; aquí va:

8 cosas que quiero hacer antes de morir (porque después, ni modo)

1. Darle un beso francés a Johnny Depp (por aquello de que él vive en tierras galas, por más nada)
2. Aprender a bucear
3. Cantar en un coro Carmina Burana
4. Recorrer Ámsterdam en bicicleta y dormir en uno de esos botecitos que están en sus canales.
5. Recorrer México de sur a norte, de este a oeste, y comer todo lo que se me atraviese (incluyendo chapulines)
6. Publicar un libro
7. Tener un hijo
8. Morir de vieja, dormida, feliz y satisfecha.


Hoy es mi cumpleaños





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