El cerebro, sus misterios y su belleza
En algún sitio algo increíble espera ser descubierto
Carl Sagan

Hace algunos años, mientras estudiaba psicología en la U.C.V, temblaba al imaginar lo que sería de mi vida cuando comenzara la materia "Neurofisiología". Yo, que me siento mucho más cómoda en el lenguaje artístico, subjetivo y emocional que en el científico, le tenía terror al asunto. Pero, apareció Claudina Albornoz (quien nos dejó huérfanos de ella prematuramente), con sus faldas de colores, su risa encantadora, sus agendas de Mafalda y sus clases maravillosas, y me invitó a enamorarme del cerebro y sus misterios. Luego de su primera clase, me sentí eufórica y pensé "Carajo... Debí ser valiente y estudiar medicina para dedicarme a la neurociencia". Desde ese momento, cualquier cosa relacionada con sangre, órganos o huesos me sigue provocando pánico, pero a la voz de cerebro, siento fascinación.
Hoy me encuentro con este estremecedor testimonio, de Jill Bolte Taylor, científica neuroanatomista, que tras dedicar su vida a la investigación de la enfermedad cerebral, un día se encuentra conque ella misma es un paciente. Su descripción de la vivencia del derrame cerebral es poesía pura, sus hallazgos como científica y como ser humano me parecen joyas de sabiduría.
Por alguna razón recordé a mi papá y una conversación que tuve con él cuando tenía diez años, yo había oído una palabra que me sonó rarísima y fui a consultarlo con él: "Papá ¿qué significa afrodisíaco?" mi papá antropólogo y profesor universitario me dio una clase sobre cuernos de rinoceronte, miel con almendras y pensamiento mágico, y al final me dijo "... Pero la verdad Karina, es que el único afrodisíaco que realmente funciona es el cerebro".




León y Mathilda toman champaña
A León lo pone nervioso la vivacidad de Mathilda, quien florece en su pubertad asimilando la dureza de su vida de huérfana. Mathilda ve en los ojos adormilados de León un lugar seguro donde poder reposar tranquila. León y Matilda se aman, se necesitan, se protegen, se consuelan y se dan mutuamente razones para vivir. León es asesino a sueldo, sicario italiano sin raíces, sin vínculos; un insomne que prefiere pasar en vela sus noches antes que entregarse al sueño que lo enfrentará con su vida. Mathilda sólo extraña a su hermano menor, muerto a manos de policías corruptos. Estoy hablando, por supuesto de la maravillosa película "Leon" (traducida para los hispanohablantes como El Profesional) del excelente director francés Luc Besson.
Buscando en youtube, principio y fin de toda cosa grabada en el mundo, encuentro esta joya, esta escena gastronómica en la cual, una desenfadada Nathalie Portman (de quien jamás podré decir demasiado, pues me parece un monumento al talento actoral) brinda, ríe y trata de seducir a un apenadísimo Jean Reno (el feo más bello y con la voz más cálida del cine).
Me pregunto cuan doloroso puede ser para un director eliminar de la edición final escenas tan buenas como éstas. Me pregunto cuál será el criterio. Hoy, luego de verla, disfruto mucho más la película, veo al fin las evidencias de la tremenda tensión sexual entre los personajes (quizá fue justamente esta tensión la que hizo que "edulcoraran" la relación entre León y Mathilda).
No hay nada oculto entre cielo y tierra y hoy nos damos un gustazo viendo la escena del restaurant de "Leon".