El cerebro, sus misterios y su belleza
En algún sitio algo increíble espera ser descubierto
Carl Sagan
Hace algunos años, mientras estudiaba psicología en la U.C.V, temblaba al imaginar lo que sería de mi vida cuando comenzara la materia "Neurofisiología". Yo, que me siento mucho más cómoda en el lenguaje artístico, subjetivo y emocional que en el científico, le tenía terror al asunto. Pero, apareció Claudina Albornoz (quien nos dejó huérfanos de ella prematuramente), con sus faldas de colores, su risa encantadora, sus agendas de Mafalda y sus clases maravillosas, y me invitó a enamorarme del cerebro y sus misterios. Luego de su primera clase, me sentí eufórica y pensé "Carajo... Debí ser valiente y estudiar medicina para dedicarme a la neurociencia". Desde ese momento, cualquier cosa relacionada con sangre, órganos o huesos me sigue provocando pánico, pero a la voz de cerebro, siento fascinación.
Hoy me encuentro con este estremecedor testimonio, de Jill Bolte Taylor, científica neuroanatomista, que tras dedicar su vida a la investigación de la enfermedad cerebral, un día se encuentra conque ella misma es un paciente. Su descripción de la vivencia del derrame cerebral es poesía pura, sus hallazgos como científica y como ser humano me parecen joyas de sabiduría.
Por alguna razón recordé a mi papá y una conversación que tuve con él cuando tenía diez años, yo había oído una palabra que me sonó rarísima y fui a consultarlo con él: "Papá ¿qué significa afrodisíaco?" mi papá antropólogo y profesor universitario me dio una clase sobre cuernos de rinoceronte, miel con almendras y pensamiento mágico, y al final me dijo "... Pero la verdad Karina, es que el único afrodisíaco que realmente funciona es el cerebro".