Mis alumnos

La verdad, es que pocas cosas en la vida me gustan más que dar clases. La verdad es que cada vez que cocino (aún estando sola) llevo un discurso interno (que en clase exteriorizo) producto de tanto tiempo explicando mientras muevo una paleta de madera que dice más o menos así: "las cebollas se cristalizan, luego se incorpora el arroz arborio y se desglaza con vino blanco para posteriormente ir agregando poco a poco el caldo y remover el risotto". La verdad, la pura verdad, es que ver la cara de un alumno cuando prueba comida que él mismo ha hecho y que creyó que jamás podría hacer, es uno de los momentos más delicioso de toda mi existencia.

He tenido alumnos de siete años, una vez le dí clases de cocina a una hermosa mujer de 75; a mis clases han asistido hombres, mujeres, serenos, complicados, optimistas, cínicos, libres, presionados, adineradísimos, pobres, desorientados, clarísimos, dóciles, rebeldes, felices, deprimidos, colaboradores, egoístas, amistosos, gruñones; algunos se quedaron para siempre dentro de mi círculo de amistades, a otros no los volví a ver jamás. Todos con algo en común: me dieron la invalorable experiencia de aprender de y con ellos.

Hoy mis más recientes alumnos y yo descubrimos (cada vez que la hago la descubro como si fuera la primera vez) cómo se hace la mantequilla noisette para hacer pescado a la meuniere. Mis alumnos salieron felices, yo más.

P.D: Gracias a los chicos de La Casserole du Chef por dejarse tomar foticos.