Juan Mari Arzak y Rebeca Buendía


Rebeca llegó a la casa siendo una niña flaca y de ojos saltones, con los huesos de sus padres en un talego. Tenía una predilección gastronómica excéntrica: comía tierra. Cuando encontró la paz en casa de sus padres adoptivos, abandonó el hábito, pero cuando el fuego del amor consumió por primera vez su alma, lo retomó y, cada vez que una crisis emocional la descalabraba, volvía al patio de su casa a buscar entre las matas el consuelo de los sabores minerales de la tierra de Macondo.

Joan Marí Arzak, en una deliciosa entrevista que le concedió hoy a César Miguel
Rondón en su programa matutino, contó que mañana en Madrid Fusión hablará de cómo cocinar con tierra. Arzak toma tierra “ecológica”, pura, sin contaminación, donde por ejemplo, haya crecido un cerezo, y hace con ella una infusión que utiliza como ingrediente de una salsa. También habló de cómo usar arcillas y de que esos gustos terrestres deberían estar presentes en la alta gastronomía.

La ingesta de arcilla no es nueva. Es un recurso terapéutico utilizado desde la antigüedad como bálsamo para sistemas digestivos candentes. Yo he tomado arcilla y la sensación de frescura es inigualable. Llevar este conocimiento ancestral a las mesas de la vanguardia me parece, no sólo justo, sino estimulante de los desprejuicios. ¿A qué sabrá una salsa hecha con tierra de las montañas del Tibet? ¿O de los desiertos de Australia?

Lo cierto es que hasta tierra van a degustar los afortunados que asistan a Madrid Fusión 2008. Rebeca Buendía se daría un lujo con Arzak.


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Los sueños


-Presta atención a tus sueños, ahí hay claves-

-Si, Mirem, lo haré-

- Muy bien, nos vemos la próxima semana-

Se sentía a salvo desde que empezó su proceso terapéutico con Mirem, quien tenía oídos agudos y desprejuiciados. Su migraña constante, sus cambios bruscos de humor, su llanto fácil y un vacío existencial que cada vez se le hacía más oscuro, fueron las razones por la cual empezó a asistir semanalmente a terapia. Tenía como objetivo primordial darle un sentido a su carrera que estaba estancada y aburrida desde hacía mucho tiempo.

Esa noche soñó con un tren lento y de madera que recorría Catalunya y que la dejaba a orillas de un pozo. Un hombre sacaba la mano del agua y le daba un helado de pistacho.
La noche siguiente soñó que su amiga estaba embarazada y su vientre era azul y translúcido, el bebé se movía y ella podía verlo. Su amiga comía un enorme trozo de strudel de manzana.

Al otro día soñó con su papá, un goloso empedernido, quien metía los dedos en un frasco de miel y con ella escribía sobre un papel. Al día siguiente amaneció con la boca hecha agua porque se veía a sí misma batiendo una pasta acaramelada de nueces, almendras, avellanas y cáscaras de naranja. Pasó dos días sin recordar sus sueños hasta que, la noche previa a su visita semanal a su terapeuta, soñó que entre ella y su hermano se comían la casa de la bruja de Hansel y Gretel mientras oían Llorarás y una flor de alcachofa nacía de su pecho.

Al llegar a la consulta, se sentó con una expresión triunfante y dijo:

- Ya sé de que se trata, descubrí lo que mis sueños me están diciendo: Debo tomar ese curso de pastelería al que le tengo tantas ganas, o me arrepentiré con lágrimas amargas…-






Los cien años de un morenazo




A sus cien años sigue siento tan apetecible como en su juventud. El Toblerone es un morenazo que nos ha arrancado suspiros a varias generaciones de fans.


Yo confiezo que el chocolate no es mi golosina favorita, incluso, en algunos formatos (galletas, torta, helado, bitter) me parece medio maluco. Pero en bombones o en deliciosos triangulitos rellenos de turrón, me encanta.


El señor Jean Tobler hizo una mezcla entre su apellido y la palabra "torrone" que significa turrón en italiano (para que vean que no es sólo aquí donde se mezclan los nombres de tíos, primos, cuñados y personajes de novela para bautizar a los carricitos) y creó para nuestra delicia su mítico chocolate.


Si mantenerse en el tiempo con calidad es una hazaña, celebrar los cien años ofreciendo semejante bocado es toda una proeza. Somos afortunados de vivir en estos tiempos.

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