Food Culture Museum y las lenguas en Latinoamérica

En Barcelona, España, existe el lugar de mis sueños, el Food Culture Museum. Un lugar donde se hace investigación gastronómica, exposiciones de arte, se desarrollan colecciones de libros, menús y accesorios culinarios.

Una de sus embajadoras es la chef Montserrat Guillén, una catalana exquisita, dueña del restaurant TransEAT, en el cual, la especialidad es la cocina con insectos. Ella estuvo aqui en el SIG 2004 y trajo sus bichitos, debo decir que me dí un banquete con los deliciosos grillos, paticas de saltamonte, gusanitos fritos, hormigas y escorpiones en brochetas... Saben camarón crujiente, a un camarón muy intenso.
La misma gente del Food Culture Museum, trajo a Venezuela y a 13 ciudades de España y Latinoamérica, en el 2002, su exposición "Sabores y Lenguas", un espacio lúdico y de belleza asociada al hecho gastronómico, con referencias propias de cada ciudad, platos en el suelo adornados con la creatividad local y fotografías de íconos culinarios caraqueños, los infaltables perros calientes, arepas y "raspaos". Yo disfruté mucho esta exposición, pues era interactiva, había una pared en la cual, los visitantes podían escribir dichos sobre la gastronomía venezolana.

Acabo de encontrar un lugar donde todo esto está registrado... Los caraqueños hablaron de los "mangos bajitos" del "arroz con mango" y de nuestras comidas festivas.

Los hijos de mis amigos...




Mientras Manuel le da tetero a Nicolás, su hijo recién nacido, Carlos arma fachadas con pan de jengibre y hace bombones, ambos están en Miami y son mis amigos cocineros .

En el éxodo de jóvenes que se da en Venezuela de manera masiva desde hace algunos años, estos dos amigos queridos se fueron a cocinar en el bunker de los latinoamericanos en norteamérica, Miami.


Cuanto los extraño... Cuanto me gustaría compartir con ellos las dichas de sus hijos, uno de ojos negros y cachetes rosaditos, los otros de harina, especias y chocolate.

A veces pienso que uno trata a los platos que hace como hijos instantáneos y fugaces, les dedica atención, cuidado, disciplina y al final los suelta para que sean independientes y vayan a parar en las manos de otros.

Hoy estoy con las nostalgia a millón... Bendiciones de su tía en Caracas

La tradición y la innovación... ¿Por qué pelear?



Lo confieso, me encantan Ferrán Adriá y Heston Blumenthal, por valientes, ingeniosos, simpáticos, libres y buenmozos.

Lo que no me gusta es que los cocineros que están influenciados por ellos, los copien groseramente, se adjudiquen autorías y crean que están “adelantados”.

Usando una metáfora musical, es como pensar que el Hip Hop, un fuerte movimiento con profundas raíces urbanas, contenidos que van desde la protesta social hasta el más soez abordaje sexual y que ahora es lo “último”, sea lo más avanzado y que al jazz, el rock and roll o el polo margariteño estén en la cola.

La utilización de instrumental tecnológico en la cocina no es nueva, cuando se inventaron los electrodomésticos, lo máximo era licuar las frutas, cuando se inventó el microondas, hasta el café fue a parar en sus bandejas rotatorias. El agregado de químicos en la comida tampoco es nuevo (por desgracia), desde hace años cualquiera puede añadir glutamato monosódico a unos huevos fritos, o se puede amasar un pan con goma xantan. La transformación de los alimentos es muy antigua, ¿o es que convertir yuca, amarga y venenosa, en cazabe, dulce y comestible, no es un acto de alquimia?

Yo reconozco y aplaudo los aportes de Blumenthal y Adriá a la cocina, sobre todo, porque vienen de lugares recientemente importantes en la culinaria mundial, desplazando a los franceses, clásicos líderes de la cocina occidental. Reconozco que sus cocinas son inspiradoras, incluso poéticas; Blumenthal, haciendo un derroche de modestia, hizo una serie de programas llamados “Laboratorio Culinario” en el cual se mostró como un niño grande en una juguetería epicúrea, mezclando chocolate con queso azul y piña con chiles, develando el secreto de las papas fritas perfectas y haciendo helados instantáneos. Adriá le ofreció a Tony Bourdain una cena que lo dejó boquiabierto y sin palabras, y al día siguiente se lo llevó a un restaurant humildísimo en Roses (Girona) a comer pescado frito.

Es decir… Que los padres de esta cocina son, gente normal, juguetona, que hacen una cocina inventiva, desenfadada, retadora, pero que al mismo tiempo comen helados y pescado frito… Los padres de esta cocina no andan peleando con nadie para “defender” sus creaciones, al contrario, son tipos encantadores, trabajadores, consagrados a su vocación, generosos al compartir sus secretos. ¿Cómo entonces es que, cocineros cuyos trabajos están inspirados en ellos, digan cosas como que el que hace atún abrazado se quedó en el pasado, o que, nosotros, los cocineros de la cocina clásica sentimos envidia por no pertenecer a esa “cúpula de la nueva sapiencia gastronómica”?

Para mí decir eso es como, usando de nuevo una imagen musical, que todas las cantantes deberían querer cantar como Shakira (a quien admiro y disfruto) porque ella innovó y propuso un estilo de cantar diferente y que aspirar al canto operático, por ejemplo, es ser anacrónico. Una vez leí a Gabriel García Márquez quien decía que uno debe evitar parecerse al autor que más admira y Antoni Gaudí, en un derroche de genialidad, dijo que ser original era volver al orígen…

La novedad es bellísima, a mí me encanta, admiro profundamente a quienes tienen el coraje de salirse de lo tradicional y proponer cosas nuevas, la creatividad es una de las cualidades humanas que más me conmueven, pero aprecio mucho también las cosas clásicas, y para muestra estos botones…Siempre regresamos a Ella Fitzgerald, Mozart, Mercedes Sosa, María Callas, Simón Días, Los Beatles, Beethoven, Freddy Mercury, Celia Cruz o Rubén Blades, porque hay sólo dos tipos de arte, el bueno y el malo, no importa si se está haciendo justo en este instante o pertenece al griego antiguo.

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