El cantar de los cantares
A pesar de que yo me auto excluí del catolicismo y de cualquier otra religión (digamos que muchas costumbres religiosas no concuerdan con mi espíritu libre y con mi manera bastante pagana de vivir la espiritualidad), existen cuatro eventos gastronómicos y un poema en la Biblia que me conmueven: el glotón Esaú cambiando su primogenitura por un plato de lentejas, Jesús, consumando su primer milagro conocido al convertir agua en vino, la multiplicación de los panes y los peces, de nuevo Jesús, poeta superlativo, dando a sus amigos de comer su “cuerpo” y su “sangre” en forma de pan y vino y el Cantar de los Cantares.

Jacob, hermano de Esaú, debió ser un maestro en la cocina. Las lentejas que tentaron a su hermano mayor seguramente fueron preparadas con semillas de cilantro, comino, aceite de oliva y cebollas fritas, una típica “Mujaddara” judía, perfumadísima y capaz de hacer renunciar a cualquiera al mayor de los honores a pesar de que se trataban de lentejas, unas semillas asociadas a la pobreza y la austeridad.
Jesús, cuyos hábitos frugales y su conocimiento del mundo sutil fueron conjugados con su labor en la tierra, complació a su mamá al transformar agua en un vino exquisito, mejor que cualquiera que los invitados a las bodas de Canaán hubieran probado; luego, ante la mirada atónita (y hambrienta) de sus cinco mil seguidores, convierte cinco panes de cebada y dos peces en comida suficiente para todos. Yo, que soy panadera de corazón, me hubiera sentido feliz de haber probado semejante pan prodigioso. Ya al final de sus días, en su última cena, cargada de significado y de poesía, ofreció a sus amigos bocados de pan ácimo y de nuevo, vino, y pidió que hicieran lo mismo en conmemoración suya. Estos eventos gastronómicos asociados a Jesús siempre me hacen pensar en el hambre y la sed de paz espiritual. Quiero pensar que cuando da de comer y beber a su gente, lo hace también de manera metafórica, ofreciendo ese alimento intangible que es el único capaz de llenar el vacío existencial del alma humana.
Cuatro eventos y un poema hermosísimo, el Cantar de los Cantares, compuesto por la inspiración de un amor que consume (los católicos dicen que el tema es el amor entre Dios y su pueblo, pero, el tono me hace sospechar que la versión de que se trata de los amores entre el Rey Salomón y Sulamit es la correcta). Con una gran carga de sensualidad y varios guiños gastronómicos, el poema atribuido al gran rey, justo entre los justos, rico entre los ricos, esposo de 700 mujeres, me enternece. Aquí dejo un extracto del voluptuoso Cantar de los Cantares:


Yo soy el narciso de Sarón, el lirio de los valles.
Como el lirio entre los cardos, así mi amada entre las mozas.
Como el manzano entre los árboles silvestres,
así mi amado entre los mozos.
A su sombra deseada estoy sentada,
y su fruto me es dulce al paladar.
Me ha llevado a la bodega,
y el estandarte que enarbola sobre mí es Amor.
Confórtenme con pasteles de pasas, con manzanas reanímenme,
que enferma estoy de amor.
Su izquierda está bajo mi cabeza, y su diestra me abraza.


Cuidado, carne tóxica a la venta

He oído muchas cosas: "Torta de queso con topping de ruibardo", "espárragos con salsa bermesa", "échale por encima un poquito de cigulé picadito", "carpasio de lomito", "para hacer mayonesa, se evulsionan los huevos con el aceite" y hasta un famosísimo cocinero venezolano con programa de telvisión en cadena internacional y todo dijo "hay que meter la carne en la marinación". Pero ésto... Ésto es el colmo:


Pa´que cantéis...