Play The Game

Algunas veces me gusta que los hombres me mientan… Algunos hombres. 

Pablo juega conmigo, me manipula, me emociona; me dice “give me all your love tonight” y soy capaz de hacerlo. Ante mí despliega su acto de magia, me hace ver lo que no es, me convence de que Freddie Mercury está vivo y que, frente a mí, canta “Killer Queen” en Caracas el día de mi cumpleaños del dos mil diez.

Pablo Padin parece poseído no sólo por el espíritu libre de Mercury, sino por su talento. En su performance nos hace ver los mismos gestos, la misma vitalidad y predisposición al disfrute de su arte, la misma complicidad con su público al que hacía vocalizar mientras él los dirigía; juega a que es Freddie Mercury, yo juego a que le creo, incluso llega un momento en el cual dejo de jugar y genuinamente me inquieta la posibilidad de estar alucinando.

El insólito parecido físico es acompañado con una sensibilidad musical incontestable y el manejo de los instrumentos que Mercury interpretaba. Es un poco injusto que detrás de Padin, el resto de la banda “Dios Salve a la Reina”, suene tan bien, e incluso recréen los movimientos de Deacon, Taylor y May, y que yo les dé por sentado, pero es inevitable quedarse boquiabierto ante la maniobra asombrosa del solista quien, sin pudor y en inglés (a pesar de que su lengua materna sea el español de Argentina), me invita a bailar “Crazy Little Thing Called Love”.

Los primeros compases de “God Save The Queen” retumban en el teatro y veo a Freddie re encarnado en Pablo, desfilando con capa y corona; éste era el momento en el cual él y su público protagonizaban una alianza absoluta. Desfila lentamente, disfrutando cada paso, haciéndome sentir tanto amor por él como por el personaje que interpreta, despertándome las ganas de agradecerle la oportunidad de ver a mi amado Farrokh Bulsara, la personalidad más seductora y con la voz más hermosa del rock sinfónico, quien vive en mi corazón en un castillo de cuentos, como la reina que fue.