Coro y Adícora

Ir a Coro es ir lejos. Es ir, además, con la expectativa de comer suculencias que sólo se pueden degustar en sus calurosas tierras.

Uno de los íconos gastronómicos de Falcón son sus arepas peladas. El sabor característico de maíz pelado es una referencia de mi infancia: yo iba a Coro y desayunaba indefectiblemente con arepa, suero y queso de leche de chiva, lo cual hacía de mí una niña inmensamente feliz. La primera vez que probé el Tostito, me enamoré de él porque me recordaba a los desayunos corianos de mi niñez. Una vez oí, hace mucho tiempo, que el maíz pelado con ceniza no era muy saludable; pues resulta que es todo lo contrario: los mexicanos (que saben todo sobre el maíz) descubrieron que la cocción alcalina del maíz, llamada Nixtamalización, aumenta el su valor nutritivo.

Otra imagen típica de Falcón son las huevas de lisa seca, son una exquisites, un gusto adquirido, un lujo de la costa, con su potente sabor marino, son protagónicas y descaradas, no tienen competencia.

En la vía a Adícora, no sólo se encuentran dulces criollos: pan de leche, catalinas y unas cocadas foscorescentes que generan, como mínimo, impresión; sino también un raro especímen: el "Chicharrón Light", cuando pregunté por los
detalles recibí la escueta respuesta "es que no tienen grasa", me imagino cuando ingenuo habrá caído. Este camino a Adícora tiene una naturaleza singular, al adentrarse en la península de Paraguaná se puede divisar el Cerro Santa Ana y múltiples avisos (con error de concordancia incluido)

exhortan a los visitantes a cuidar a los burros que viven en estado silvestre (lo triste y paradójico es que los burros viven sumergidos en la basura).


Al llegar al mar: pescado, camarones, ostras, calamares y el inevitable "Rompecolchón, vuelvealavida, mazingerZ, liberenawillie, quiebramuñeca" la mezcla explosiva de mariscos y moluscos generalmente avinagrada que venden con la promesa de enardecer hasta a los ánimos más decaídos.

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