Los pioneros, esos seres intrépidos, arreisgados y visionarios, abren el camino a los demás, quienes tranquilamente, esperan a que hayan sendas delineadas para no perderse.
Ferrán Adriá es un pionero. El hombre saltimbanquió de técnica en técnica, de proceso en proceso, para llegar a lo que tiene hoy: no sólo una abultada cuenta bancaria, sino la certeza de haber hecho algo que jamás, nadie, había hecho vestido con una filipina y un delantal. Empezó deconstruyendo, convirtiendo en aire los sabores sólidos, haciendo espumas de vegetales y dejando boquiabiertos a sus comensales, que viven una sensación de haber asistido al "Cirque du Soleil" gastronómico. Hoy Sferifica lo que se le atraviese por delante y vende sus descubrimientos.
Los pioneros están condenado a ser imitados. Al ver el resultado, los que no crearon se sienten tentados a repetir, a copiar, y ahora hay espumas de cualquier cosa en cualquier restaurant. Los estudiantes de cocina aprenden a deconstruir y gelificar antes de saber hacer una arepa como dios manda.
Me consigo con este reportaje en la revista Selecciones del Reader´s Digest de Septiembre de 2007 en la cual Simon Thomsen "Crítico Gastronómico" (cualquier cosa que eso signifique) de The Sydney Morning Herald da su opinión acerca del pionero catalán y de la muchedumbre que lo copia:
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