El amor platónico
He vivido varios amores platónicos (sobre todo en la adolescencia, cuando se ve menos feo). Hoy, a la mitad más uno de mi treintena, soy presa de un amor platónico difícil de disimular, un fuego que me consume, una pasión desenfrenada y casi obscena: estoy enamorada de Hernán Casciari.
Este hombre hace que, cada vez que a mi mail llega la acutalización de su blog Orsai, el corazón me de un brinco, las manos me tiemblen y la respiración se me agite. El placer que consigo leyendo sus notas sólo es comparable al de darse besos a escondidas o comer helado de gianduia a las 8 am de un domingo.
Hernán es argentino y vive en Barcelona, con su esposa y su hija. Escribe de una manera tan natural que parece como si no le costara nada. Se usa a sí mismo para dar rienda suelta a su sentido del humor, lo cual lo hace irresistible. Miente descaradamente (él argumenta que lo que escribe es ficción, pero en la cara se le ve que goza un puyero escamoteando la verdad). A pesar de eso siempre usa su propia vida como contexto, como aliento para sus escritos. He creido cada una de sus palabras porque de eso se tratan los amores platónicos, no necesitan realidad, se bastan a sí mismos.
A Hernán el primer dolor de la inmigración se lo provocó la nostalgia gastronómica. Aquí les pongo una entrevista que le hicieron en dónde, burlón e inteligente, nos hecha el cuento.
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