El amor en los tiempos del cólera



“Al despertar en su primera mañana de viuda, se había dado vueltas en la cama, todavía sin abrir los ojos, en busca de una posición más cómoda para seguir durmiendo, y fue en ese momento cuando él murió para ella. Pues sólo entonces tomó conciencia de que él había pasado la noche por primera vez fuera de casa. La otra impresión fue en la mesa, no porque se sintiera sola, como en efecto lo estaba, sino por la certidumbre rara de estar comiendo con alguien que ya no existía. Esperó a que su hija Ofelia viniera de Nueva Orleáns, con el esposo y las tres niñas, para sentarse otra vez a comer en la mesa, pero no en la de siempre, sino en una mesa improvisada, más pequeña, que hizo poner en el corredor. Hasta entonces no había hecho ninguna comida regular. Pasaba por la cocina a cualquier hora, cuando tenía hambre, y metía el tenedor en las ollas y comía un poco de todo sin ponerlo en un plato, de pie frente a la hornilla, hablando con las mujeres del servicio que eran las únicas con las que se sentía bien, y con las que mejor se entendía.”
Extracto de El amor en los tiempos del cólera.
Gabriel García Márquez

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