Presa de la nostalgia

Bajé el ritmo de publicación en mi blog. El tiempo que le dedicaba (mucho, pues, estaba publicando casi una entrada diaria) lo estoy invirtiendo en algo que me está haciendo feliz: encontrarme con mis amigos.

Gracias al milagro de Facebook, me he conseguido, no sólo con mis amigos de la adolescencia, compañeros de curso de literatura, panas de la familia que tenía años sin ver y demás… También me he encontrado con mis amigos del Colegio Mozart, una estirpe de niñitos consentidos por su director, Rafael Rojas Grillo, que aprendimos a sumar, restar, multiplicar y dividir al mismo tiempo que tocábamos cuatro, guitarra, mandolina, órgano y bailábamos desde tango hasta San Benito.

Hace poco más de dos semanas, un grupo de seis nos reunimos a tomar vino y comer carpaccio mientras recordábamos y nos reíamos de las payasadas, ingenuidades y bellezas de nuestra niñez. El próximo domingo, con unos cuantos más localizados por Facebook y otros por casualidad, vamos a celebrarle el cumpleaños a dos de nuestros amigos: Daniel Durand y José Gregorio Herrera.

Todos rondamos los 37 años, salimos de sexto grado en 1983, nos criamos viendo Candy Candy y La Señorita Cometa, vimos La Guerra de las Galaxias en estreno absoluto, nos atiborrábamos de Pepito y Nucita y nos llevaban al parque El Tolón o el Vinico Adames a celebrar los cumpleaños. Vivimos una infancia sin celulares, sin Internet, sin Metro, en el clima de la Venezuela Saudita, hasta que un buen día, justo en el último año de nuestra primaria, sucedió algo cuyas consecuencias vivimos aún hoy: El viernes negro.

Estoy nostálgica, me río sola, suspiro en mitad de cualquier conversación, en las últimas tres semanas he hablado por teléfono más que en los últimos cinco años, cada vez que Helena Contramaestre o Rosa Amelia Aquino me llaman quiero pasarme diez horas recordando con ellas, abro diariamente el Facebook feliz porque se que me voy a encontrar, irremediablemente, con algo que Keyla Valerio me envía, asombrada y emocionada al ver a Thaylis Freites que vive en Sudáfrica y que nos manda besos y abrazos y cuento los minutos esperando el domingo para verle la cara a José Gregorio, mi compañero de atril en la estudiantina, luego de tantos años.

Y es muy extraño, durante todos estos años he estado en contacto cotidiano con Daniel Durand, no nos hemos separado nunca, almorzamos juntos (desde deliciosas y epicúreas comilonas hasta perros calientes) como un ritual inalterable, al menos una vez al mes, es mi amigo del alma, mi hermano querido, y aún a él lo estoy viendo bajo la luz de la nostalgia.

Para mí, volver a ver a mis hermanos de crianza ha sido, no sólo muy intenso, sino muy revelador: todos bellos, todos saludables, todos optimistas, todos con magníficos recuerdos, todos felices de verse de nuevo. Yo nunca dudé de que lo que había vivido en el Colegio Mozart había sido maravilloso, pero hoy, viéndolos a todos, me doy cuenta de que aprendimos mucho más que el asunto académico, aprendimos a vivir.

Carnavales 1983

En la imagen:

Abajo a la derecha: yo disfrazada con leotardo negro y tutú rosado.

Abajo a la izquierda: Mi hemana del alma Rosa Amelia Aquino.

Arriba de izquierda a derecha: Marahilda Vergara, Helena Contramaestre (reina de ese carnaval), Igsaik García, Patricia Gómez y Ninozka Román.

Re encuentro 2008

En la imagen de izquierda a derecha: Keyla Valerio, Rosa Amelia Aquino, Helena Contramaestre y yo.

1 probaron y opinaron:

Antonio Gámez dijo...

Pues te confieso que abrí el Facebook porque me llamó la atención un comentario que me hiciste al respecto.

Bello y sentido post

Saludos