COMO DESNUDAR EL ALMA


My models are urban adventurers”
Spencer Tunick


Para I y T, mis panas nudistas


Me conmoví mucho cuando vi, hace tres años, a ese gentío desnudo, todos agachaditos, en silencio, estaban en un parque, a orillas de un lago, nunca supe donde fue tomada la foto, pero sabía el nombre del fotógrafo, Spencer Tunick.

Va por el mundo desnudando a multitudes y fotografiándolos, como un flautista de Hamelin, la gente lo sigue y hace lo que él pida, tal vez porque estando desnudo, es muy difícil negarse a nada, tal vez porque el género humano está deseoso de complacer a alguien que sea capaz de llevarlo al lugar mas vulnerable de su alma.

Yo, con 12 kilos de sobre peso, sentí un primer impulso de ir a su convocatoria en Caracas, seguido al instante inmediato por un terror de mostrar mi cuerpo en una ciudad donde la silicona, la liposucción y los gimnasios son tan accesibles y tan cotidianos que es casi un pecado lucir rollitos.

Mi amigo Rafael y su mujer Maria asistirían, estaban entusiasmados y lo esperaban desde la primera noticia de su llegada, se inscribieron en una página Web y estaban listos para formar parte de la masa humana que usa Tunick como si fuera arcilla para moldear sus “instalaciones temporales relacionadas con un espacio”, nombre rimbombante para esas parrandas de la desnudez, para esas plegarias de la naturalidad. El día anterior, Rafael me dice que vaya con ellos, que me tiene una planilla en su casa, que no sea tonta y que cuando esté allá desnuda, todo me va a parecer normal.

A las 4 am, me despierto, pocas cosas en el mundo me harían madrugar, la promesa de unos besos, un desayuno con ostras a orillas de mar, un viaje apasionante o mil quinientas personas desnudas en la avenida Bolívar.

Me baño, me perfumo, me visto con ropa cómoda, fácil de poner, fácil de quitar, 45 minutos después, estoy en el carro de Rafael y Maria, ambos, mis amigos del alma y compañeros de aventuras. Rafael, cocinero como yo, hedonista genético y con una autoestima vigorosa gracias a haber nacido bajo el sol en Leo con ascendente cáncer, me dice que a él le da lo mismo estar vestido que desnudo, María, preciosa, con un cuerpo bellísimo y con la tranquilidad que da tener un marido doce años mayor que ella, me dice que tiene frío y que por eso usa medias y suéter.

Llegamos a la Av Bolívar, aún a oscuras, jamás había estado ahí a esa hora, caminamos junto a otras personas en la misma actitud, hay una complicidad tácita entre todos, algunas horas después estaríamos todos en cueros, lo mínimo que se puede sentir es el estremecimiento que da pertenecer a un grupo.

Hay unas mil personas, calcula Rafael, nos sentamos en el piso, sentimos el olor amargo e inconfundible de la marihuana, pienso que desnudarse es un acto de rebelión, fumar marihuana también, “pero desnudarse no le hace daño a nadie, la marihuana si” dice mi vocecita de la conciencia, tiene razón, desnudarse es inofensivo, por eso estoy aquí, trato de hacer alarde de mi tan cacareada amplitud y pienso que, estos marihuaneros y yo tenemos algo en común, también hacen esto por amor al arte.

Un buen rato después, amanece, nos empezamos a ver las caras unos a otros, muchachos deportistas, neo hippies, damas peinadas en peluquería, hombres maduros dueños de sus negocios, estudiantes universitarios, niñitas bien con sus noviecitos, madres con sus hijas, hombres solitarios, revolucionarios trasnochados, un par de cocineros y una profesora de natación con habilidades de orfebre (nosotros) y quien sabe quien más en esta fauna dispuesta a quedarse como dios nos mandó al mundo.

Un exhibicionista se desnudó antes de tiempo, y gritó “así es como se hace esto Tunick” a su lado, un guardia nacional paralizado, inmóvil, ni siquiera respiró, la muchedumbre aplaudió poco, debe haber quedado frustrado, pues no causó demasiado impacto, total, todos estábamos dispuestos a hacer lo mismo, a los 3 minutos el hombre estaba vestido de nuevo.

Tunick, comienza a hablar con su megáfono, yo me emociono, sin conocerlo, este hombre me trajo hasta aquí y por la belleza de su trabajo me sobrepongo al pudor y a la culpa de estar gorda, nos dice “Hello, nice people” la emoción sale de mi en forma de risa, una chica traduce y oigo “solo se deben desnudar cuando el artista lo indique” la gente aplaude “luego de que pase la euforia del primer momento, deben prestar mucha atención a las instrucciones” trato de imaginar esa euforia y solo la puedo asociar a parir un hijo o a pisar la luna, diez minutos después nos dan la orden “desnúdense”.

Empiezo a temblar, oigo los gritos de la gente, los aplausos, siento una mezcla de emoción, terror, vergüenza, liberación y felicidad, mientras me bajo los pantalones, veo los pies de los demás, subo la mirada y un mar de pieles de distintos colores es un oleaje delante de mi.

La gente sigue gritando, yo me quedo muda, los gritos que no da mi garganta los da mi piel, erizada por la emoción y temblando, mi corazón late aceleradísimo, doy gracias por estar con mis amigos, quienes me miran y sonríen, verlos, verme, confirma mi hipótesis, desnudarse es inofensivo y mucho más fácil de lo que creía.

El escándalo duró algunos minutos (o segundos, el tiempo es muy relativo bajo condiciones tan especiales) ya todos desnudos, comenzamos a caminar, la gente hace silencio, la euforia da paso a una tranquilidad áurea, mientras caminamos, pienso en mis pies cobardes acostumbrados a las medias, que tocan por primera vez el asfalto del centro de mi ciudad, veo cientos de espaldas, con pecas, bronceadas, con manchas, tatuadas, no hay frío, no hay calor, el cielo es un manto que me arropa, en esta ciudad donde tantos nos hemos sentido amenazados, en este momento hay una sensación ambigua de máxima vulnerabilidad y total seguridad, los policías y la guardia nos miran y nos “protegen”.

Miro de frente las torres de Parque Central, a la izquierda la gente sale a vernos desde las ventanas, aplaudimos, nos aplauden, un grupo de exaltados nos estaba esperando tras el cerco policial, en un momento de animación varios mirones se entusiasman, se desnudan y corren gritando hacia nosotros y son recibidos en el seno, nunca mejor dicho, de la multitud con aplausos y gritos de bienvenida.

Tunick nos dirige, nos ordena, nos acostamos de espaldas al pavimento, miro el cielo, y por primera vez en la vida experimento la sensación de estar desnuda, acompañada por una multitud en posición horizontal, el instante es de una simpleza extraordinaria, de una profundidad extática, tengo un momento de brillo delante de los ojos y mi más apremiante necesidad es la de orar y agradecer.

Luego, complacemos a Tunick moviéndonos de un lado al otro, dando la espalda, arrodillándonos, haciendo silencio (difícil para un grupo de venezolanos jodedores que hacían chistes en voz baja “coño, chamo, lo que no logró Chávez conmigo en siete años, Spencer lo logró en quince minutos, aquí estoy, de rodillas, pidiendo cacao con el culo al aire en plena avenida Bolívar”)

Finalmente, aplausos, gritos de emoción, un Spencer Tunick fascinado por los matices mestizos de nuestras pieles y conmovido por nuestra “exhuberancia” y una cocinera gordita agradecida por haber sido parte de una obra de arte y arrobada por la sensación reveladora de haber encontrado ahí un trocito de divinidad.

Karina Pugh Briceño

Imagen: En el recuadro, la autora

5 probaron y opinaron:

Anónimo dijo...

Bravo Karina, hay que ser super valiente para hacer lo que hiciste.

Yo te confieso, me interesó, me dieron ganas de ir, pero más allá de darme miedo el mostrar mis partes pudorosas, me dió más miedo estar totalmente al desnudo, indefensa ante el malandraje que pensé que iba a haber por allá.

Me imaginé que se podía armar un san quintín, y que podría haber más de un abusador agarrón de nalgas...

En fin, pudo más la cobardía que la curiosidad :-/

¿No viste nada curuioso? ¿nadie se propasó? ¿qué decían los malandros de por allá?

Slds

Ana M dijo...

Una mezcla de envidia (de la sana) me llena al leer estas líneas en la que tan divinamente te desnudas para nosotros... por el placer, gracias!!!

Anónimo dijo...

Mi pana, no le pudiste poner mejor el título. El único rollo es que no sólo desnudas tu alma, sino que la propia también hace pucheros...

Karina Pugh Briceño dijo...

Monique, Anam, Amra, gracias por sus palabras.

Todo fué muy tanquilo, supongo que a los "toca nalga" se les corta la inspiración cuando ven a ese gentío, desnudo por voluntad propia.

La gente se portó muy bien, lo curioso, mucho tatoo (incluido el mío) menos silicón del que imaginaba, un chico en silla de ruedas, uno con un yeso en la pierna (que me dijo que no se pelaba ese boche ni fracturado) mucha señora bien peinadita de peluquería, una chica embarazada y un anciano que caminaba con esfuerzo con su celular guindado del cuello y con cara de felicidad.

Otra cosa curiosa, cuando nos vestimos, yo pensé que habia pasado toda la mañana ahí, y eran apenas las 9 y media. La tensión distorsiona la percepción del tiempo.

Gracias, amigos

Karina Pugh Briceño dijo...

Andrea... No valen pseudónimos para ti!!! (creí que protegía su identidad... jejeje)

El portador del ándel cocinero, marino de vocación, es también mi amigo de corazón.

Ya le aviso para que lea tus bellas palabras.

Muchas gracias