Una nota sentimental
Pareciera que estudiar cocina en Venezuela sirve para irse de aquí. Mis amigos queridos, con los que compartí las delicias y los sustos de la carrera, se fueron a U.S.A… Mis 3 compinches del alma, Milcy Luciani, Manuel Sulbarán y Carlos Coronado, decidieron probar suerte, y me dejaron a mí, en este lío tropical y con una eterna nostalgia de ellos.
Milcy se hizo pastelera, se casó con un gringo encantador, y cuando tuvo sus papeles en regla, se vino a Caracas a lucir su incipiente barriguita de 3 meses de embarazo.
Manuel es Sous Chef en un restaurant de cocina latina, se casó con su novia de toda la vida y se instaló, legalmente, en la polícroma Miami…
Siempre hemos mantenido el vínculo, ya no con las comilonas romanas que hacíamos en grupo, ni con las tardes pre-chavez hablando pistoladas, pero siempre sé de ellos.
Pero el cuento de Carlos fue distinto.
Se fue a Miami de repente, acompañado por su hermano (su ángel de la guarda) y un día desapareció, no hubo más mails ni cotorras por msn. Temí que le hubiera pasado algo, pasaron años, y, también de repente, apareció, con cuentos emocionantes sobre su carrera como cocinero y emotivos como su matrimonio con una chica gringa que se volvió loca por él y viceversa… Cortó con su pasado para poder sobrevivir a la nostalgia, se concentró en el día a día y, sólo así logró establecerse allá. Es Chef Pastelero Chocolatero y es feliz.
Ayer conversé 2 horas por teléfono con Carlos, yo con un nudo en la garganta, porque, a todas estas, soy la mayor de todos, y él es el menor, así que siempre he sentido por él un asunto materno muy fuerte.El con miles de historias y la promesa de volver cuando logre renovar su pasaporte allá y yo agradeciéndole a la vida por devolverme a esta especie de hijo pródigo.
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